20° Domingo del Tiempo Ordinario, 16 de Agosto 2020, Ciclo A

 San Mateo 15, 21 - 28

"Mujer; ¡Qué Grande es Tu Fe"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- La Acogida: el sufrimiento humano no admite fronteras, como tampoco las tiene la compasión de Dios-Padre. Nosotros hoy día pedimos a Cristo algo semejante.  Queremos que Cristo nos acompañe durante la prueba de Covid. El Señor no va a abandonarnos.  Podemos contar con Él. Nuestro papel es rezar con la insistencia y actuar con la sabiduría.

2.- La Fe: lo importante es la fe en Dios, no el origen ni la condición, ni la raza. ¡Ya quisiéramos la fe de la mujer cananea! Sabía que, Jesús, podía colmar con creces sus expectativas. Era consciente que, detrás de una oración confiada y continuada, se encontraba la clave de la solución a sus problemas. La grandeza de esta mujer no fue su oportuno encuentro con Jesús. La suerte de esta mujer es que su fe era nítida, inquebrantable, confiada, transparente, lúcida y sencilla. No se dejó vencer ni por el cansancio ni, mucho menos, por el recelo de los discípulos.

3.- La Salvación: se ofrece a todos los hombres sin exclusión y con los mismos requisitos, conversión sincera que reconoce la propia debilidad moral y pecado y fe viva en el poder salvador de Dios por medio de Jesucristo.

4.- La Palabra: invita a la apertura, ofreciendo el Evangelio a todos y acogiendo a los nuevos cristianos, especialmente a los inmigrantes que viven entre nosotros y que hay que incorporar a nuestras comunidades. En la Iglesia cristiana desaparecen los nacionalismos, todos somos iguales e hijos de Dios.

5.- La Eucaristía: es sacramento de universalidad, de unidad y de comunión. En ella damos gracias al Padre por el don de la fe y pedimos vivir todas sus consecuencias. 

REFLEXIÓN 

Las tres lecturas convergen en un mismo tema: Dios llama a todos los hombres a la salvación. Esta universalidad del designio de salvación y del misterio redentor de Cristo Jesús constituye la razón de ser más profunda de la Iglesia y debería constituir también una inquietud permanente en quienes, por un don gratuito y electivo, hemos sido incorporados ya al Misterio de Cristo y de la Iglesia.

En la primera lectura Isaías 56,1.6-7A los extranjeros los traeré a mi monte santo. En el Nuevo Testamento Dios mismo ha roto los exclusivismos de Israel, para abrir el evangelio y la obra redentora de Cristo a todos los hombres, mediante el don de la fe. «Mi casa es casa de oración para todos los pueblos».

En la segunda lectura Romanos 11,13-15.29-32Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel. Este fue el pueblo elegido para Cristo. Por su infidelidad, permaneció fuera del Evangelio y rechazó a Cristo. Pero en los designios divinos del Padre siempre es posible su salvación. El amor de Dios es irrevocable.

En el Evangelio de San Mateo 15, 21-28Mujer, grande es tu fe. En esta lógica del amor infinito de Dios se inserta y se comprende la escena narrada por el Evangelista San Mateo: se lleva a cabo «en tierra extranjera», la mujer, que es una madre oprimida por el dolor vivo y angustiante («Mi hija es muy atormentada por un demonio»), es una cananea, sin ningún derecho de acercarse al Señor a pedirle su intervención. Y a pesar de todo, viendo al Maestro, no se calló el grito del propio sufrimiento, expresando en tal modo el materno deseo de salvación y de liberación para la propia hija: un amor natural capaz de ir más allá de los obstáculos, permaneciendo en una mendigante imploración. La mujer no pretende la intervención del Señor como un derecho, ella lo pide como un don a Aquel que es Don total, reconociendo en el Señor al Mesías. Su fe se encierra toda en la expresión «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David». Por la fe, creída y profesada en las palabras y en las obras, se cumple el deseo del corazón del hombre; la felicidad y la salvación se realizan en el encuentro con el Señor y Su potencia. 

PARA LA VIDA 

   El pequeño Roberto asistía a la primaria y la maestra les encargó una tarea: “investigar qué es la fe en Dios”. Intrigado, de regreso a casa le preguntó a su tío “Qué es la fe en Dios? Me la dejaron de tarea en la escuela”. Con una amplia sonrisa, su tío le respondió: “En verdad quieres saber lo que es la fe en Dios?”. “Si”, respondió Roberto. Bien, vamos a la playa y te lo enseñaré. Roberto vivía en las paradisíacas playas de Cancún. Una vez que llegaron, le entregó el chaleco salvavidas y las aletas. “Pero yo no sé nadar” dijo Roberto. “Lo sé”, le dijo el tío, “póntelos de todas maneras”.  

   Lo hizo. “Ahora, comienza a caminar hacia el mar de espaldas. Llegará un momento en el que sentirás que tus pies no tocan tierra. Déjate ir y arrójate de espaldas. No te hundirás, ya que el chaleco te hará flotar”. Roberto estaba aterrado “No tío, no quiero”. “Hazlo!” Le respondió “Estaré junto a ti para que no temas. Así que tranquilo”. Roberto confió en su tío. Mientras caminaba de espaldas llegó un momento en el que sintió que no tocaba tierra. Dudó. Pero recordó las palabras de su tío, aparte de que lo tenía cerca.  

   En un acto de valor, dio el siguiente paso ¡Ya no tocaba tierra! Sin embargo, flotó en el mar gracias al chaleco. Se sintió emocionado ante la experiencia y feliz. Ambos salieron del mar. Camino a casa, su tío le explico: “En esto consiste la fe en Dios: el mar representa la vida. Yo represento a Dios y el chaleco representa la fe. Cuando te adentres en el mar de la vida y sientas que la lógica no puede ayudarte a salir a flote de tus problemas, hasta perder el suelo, debes creer que el chaleco de la fe te salvará. Dios estará siempre cerca de ti, pero depende de que te atrevas a dar el primer paso de confiar en EL, vistiéndote el chaleco de la fe y arrojándote con él, para que puedas flotar en el mar de la vida con total paz y tranquilidad”.