4° Domingo de Cuaresma, 3 Abril de 2011

San Juan 9, 1-41

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( La Luz y Las Tinieblas )

1. La Ceguera: indica más bien la situación natural del hombre. Todos somos ciegos de nacimiento. Todos estamos “enfermos”, y enfermos de una enfermedad tan grave que no nos quedan fuerzas para acudir al único que puede curar. El ciego personifica el pueblo de los sencillos. Descubre a Jesús paso a paso; cumple sus indicaciones; acepta su palabra; lo confiesa y adora.

2. Cristo Luz del Mundo: Cristo es nuestra luz. ¡Qué necesaria nos es la luz de Cristo para ver la realidad en su verdadera dimensión! Sin la luz de la fe seríamos prácticamente ciegos. Nosotros hemos recibido la luz de Jesucristo y hace falta que toda nuestra vida sea iluminada por esta luz. Más aun, esta luz ha de resplandecer en la santidad de la vida para que atraiga a muchos que todavía la desconocen.

3. La Fe: En el camino de la fe el primer paso es el encuentro con el Jesús que vivió realmente entre nosotros. En este encuentro se sustenta todo el proceso que conduce hasta reconocerlo como el Señor. Es necesario hablar, conocer y reconocer al Jesús de la historia para llegar al Señor de la fe.

UNA ANTIGUA ORACIÓN REZA

Esclarece la aurora el bello cielo, Otro día de vida, ¡Oh Dios nos dais! Gracias a vos Creador del universo, ¡Oh Padre nuestro que en el cielo estáis!

Conservad nuestras almas sin pecado, A nuestro cuerpo dad fuerza y salud Y a nuestra mente iluminad piadoso, Con un rayo benéfico de luz.


PARA ORAR O CANTAR:

Gracias Padre, mi vida es tu vida, tus manos amasan mi barro, mi alma es tu aliento divino, tu sonrisa en mis ojos está.

Bendito seas, Padre en tus obras, con tu mirada se enciende el sol, en tus promesas nuestra esperanza, y en nuestra frente tu bendición.

REFLEXIÓN

Agua, luz y vida. El domingo, la Samaritana comenzó a caminar en su interior en espíritu y verdad y, hoy, con el ciego de nacimiento vemos que a pesar de la oscuridad se encontraba externamente, una luz imponente y poderosa brotaba desde lo más hondo de su humanidad.

Supo reconocer al que era Luz sobre toda luz y… su vida cambió de color y mudó de la tiniebla a la claridad. ¡Creo, Señor! Supo ver, aún sin ver, en dónde estaba el remedio a su mal físico y también postrarse reconociendo el señorío de Dios.

PARA LA VIDA

La cueva oyó un día una voz que le decía: “Sal a la luz. Ven y contempla el brillo del sol.”. La cueva respondió: “No sé lo que dices, yo soy todo oscuridad”. Después de muchas invitaciones, la cueva se aventuró, salió y se sorprendió al ver tanta luz por todas partes. La cueva miró al sol y le dijo: “Ven conmigo y contempla mi oscuridad”. El sol aceptó y entró en la cueva. Ahora, le dijo el sol, “enséñame tu oscuridad”: en ese momento ya no había oscuridad, todo era luz.