5° Domingo de Cuaresma, 10 Abril de 2011

San Juan 1, 1-45


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( La Resurrección de Lázaro )

1. La Muerte: hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. En el plano de lo natural se sitúan la amistad y el amor, la enfermedad y la nostalgia, la llamada y la interpelación al amigo, la muerte del ser querido y el llanto del que pasa por el trance del duelo. Nada de todo eso puede ser ignorado. Sería un error ignorar tales realidades y despreciar los sentimientos que desatan en nosotros.

2. La Resurrección: la Resurrección de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte, el paso a una Vida plena y eterna. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Si creemos en Cristo, no moriremos para siempre, él nos resucitará en el último día. Esta es la garantía de quien está unido a Jesús.

3. La Oración: Jesús no hace nada sin rezar antes, muchas veces cuando rezamos nos falta convicción, nos falta fe, nos falta creernos que es posible. También creo que muchas veces nuestra oración es egoísta, porque sólo pedimos para nosotros, para nuestro interés, y Jesús nunca oró así.

4. La Necesidad de la Fe: hasta siete veces aparece el Ver verbo “creer” en la pregunta hecha por Jesús. Marta afirma creer que Él es el Mesías, el Hijo del Dios que había de venir al mundo.

Jesús ora, esperando que la gente que le rodea crea que el Padre lo ha enviado. Y los discípulos creen también en Jesús al ver que ha devuelto a Lázaro la vida.

REFLEXIÓN

El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, humano y cercano como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos.

Por otra parte, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador:>«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá… ¿Crees esto?».

LA SERPIENTE

Una serpiente mordió a un muchacho y murió. El veneno le quitó la vida y sus apenados padres llevaron su cuerpo al sacerdote y lo colocaron delante de él. Los tres, sentados alrededor de su cuerpo lloraron durante largo rato.

El padre se levantó, se inclinó sobre su hijo y con sus manos extendidas sobre los pies del niño dijo: durante toda mi vida no he trabajado por mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó los pies del muchacho.

La madre se levantó después y extendiendo sus manos sobre el corazón de su hijo dijo: durante toda mi vida no he amado a mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó el corazón del muchacho.

Finalmente se levantó el sacerdote y extendiendo sus manos sobre la cabeza del niño y dijo: durante toda mi vida no he creído en las palabras que he predicado. Y el veneno abandonó la cabeza del muchacho.

El muchacho se levantó, los padres y el sacerdote se levantaron y hubo gran alegría en el pueblo aquel día.

En este relato, el veneno es símbolo del pecado. Reconocer y llorar nuestro pecado es arrojar el veneno y recuperar la vida.