22° Domingo del tiempo Ordinario, 28 de Agosto de 2011

San Mateo 16, 21-27

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( La Cruz
)

  1. Seguir a Jesús: implica dificultades y hasta persecuciones. Seguir a Jesús esentrar en comunión con su vida y sus valores; entrar en comunión con y por su causa: el Reino de Dios; y entrar en comunión con su destino, que es la cruz. Tenemos que asimilar en nuestro cristianismo este aspecto de cruz, de dolor, de sufrimiento, de incomprensión... como algo que es necesario para llegar a la Gloria, a la felicidad, a la vida eterna.
  2. La Cruz: no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida. «En esto hemos conocido el amor: en que Jesús dio su vida por nosotros en la Cruz. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos, asumiendo nuestra propia cruz.
  3. La Vida: Cuando estalla el fuego y las llamas se apoderan de la casa, es una locura tratar de salvar las cosas que uno ha ido acumulando. Por salvar sus posesiones, puede uno perder su propia vida. Cuando hay crisis es cuando descubrimos la verdad de lo que realmente vale. Seguir a Jesús es ganar la vida, la Vida eterna.
  4. El Discípulo: Hoy la Palabra de Dios nos enseña cómo ser discípulos, no es tarea fácil; realmente, sólo podremos emprender este camino si, como Jeremías, hemos sido seducidos por el Señor, si hemos sentido el amor de Cristo, la fuerza de su palabra.
REFLEXIÓN

Hoy la Palabra de Dios nos enseña cómo ser discípulos, en primer lugar, con la experiencia vital que el profeta Jeremías nos cuenta en la primera lectura. Es la experiencia de ser fiel a sí mismo y a su vocación de profeta a pesar de las dificultades, de las cruces

ORACIÓN

¡Tarde te amé, belleza siempre antigua y tan nueva tarde te amé! el caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera. Y fuera te andaba buscando y, feo como estaba me lanzaba sobre la belleza de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo… Me llamaste, gritaste, y rompiste mi sordera. Brillaste y tu resplandor hizo desaparecer mi ceguera. Exhalaste tus perfumes, respiré hondo y suspiro por ti. Te he saboreado, y me muero de hambre y sed. Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz. San Agustín, Confesiones

LA CRUZ

Un día apareció un hombre que tocaba la flauta tan maravillosamente que todo el pueblo acudía a la plaza a escucharle. Un día un joven que conocía a un anciano que era sordo y que pedía limosna quedó sorprendido al verle todos los días en la plaza. No aguantando la curiosidad, escribió unas preguntas para el anciano. ¿Qué vienes a hacer aquí si eres sordo? ¿Qué te extasía tanto si no puedes apreciar la música? El anciano le contestó: Mira al centro de la plaza, levanta la vista, ¿qué ves? Una cruz, respondió el joven. Es la cruz de Cristo que se alza sobre la cúpula de la vieja iglesia. Cierto, no oigo nada, pero me extasía pensar que algún día la música de la verdad crucificada fascine y cautive a los hombres y pongan sus ojos en la cruz, la de Jesús.