San Juan 12, 20 - 33
“ Divina Misericordia”
- La Fe: la fe cristiana crece en nosotros cuando nos sentimos amados y atraídos por ese Dios cuyo Rostro podemos vislumbrar en el relato que los evangelios nos hacen de Jesús. Entonces, su llamada a confiar tiene en nosotros más fuerza que nuestras propias dudas. "Dichosos los que crean sin haber visto".
- La Paz: el que vive animado por el resucitado busca la paz. Y busca la paz no solamente como un objetivo final a alcanzar, sino como quien busca la paz ahora mismo, utilizando procedimientos pacíficos, caminos de diálogo y abnegación. El buen cristiano no busca sólo resolver a cualquier precio los conflictos. Busca, ante todo, mirarlos con ojos de misericordia.
- Ser Discípulo: es vivir como resucitados, es vivir como servidores, buscando la vida y la justicia por la que Jesús vivió y murió. El señorío de Jesús resucitado no significa solamente que Cristo sea reconocido por los creyentes, sino que seamos servidores como él lo fue. «El reino de Cristo se hace real en la medida en que haya servidores como él lo Fue».
REFLEXIÓN
El evangelista subraya, sobre todo, dos aspectos. Por una parte, el Resucitado quita de sus corazones el miedo y la confusión, y los inunda de paz y alegría: «La paz sea con vosotros». Al mismo tiempo, les infunde su aliento, abre las puertas y los envía al mundo: «Como el Padre me envió, así también os envío yo». El misterio de Cristo resucitado es, antes que nada, fuente de paz: la vida es más fuerte que la muerte, el amor de Cristo más poderoso que nuestro pecado, Dios más grande que el mal, la vida es más que la muerte.
En el corazón de Jesús solo cabe amor, no hay rencor, no hay malos sentimientos, hay luz y paz, deseos de amar y darnos lo que le pidamos según su voluntad. No debemos dudar de esa realidad pues en eso se basa y se sustenta nuestra fuerza y felicidad, nuestro ánimo para ser fieles, para comenzar y recomenzar. La vida de Jesús no acaba con la Cruz sino con la Resurrección y la nuestra no acaba en la muerte sino con el encuentro, en un abrazo eterno con el Amor Eterno.
PARA TENER EN CUENTA
“Si pedimos la Misericordia de Nuestro Señor, confiamos en su Misericordia y vivimos llevando y esparciendo su Misericordia, nunca escucharemos decir, “sus corazones están lejos de mí”, sino que veremos realizada en nosotros la hermosa promesa de Jesús: “bienaventurados los misericordiosos, porque que ellos obtendrán Misericordia…”
ORACIÓN POR LA MISERICORDIA
Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros tu bondadosa mirada y aumenta tu misericordia en nosotros para que en los momentos difíciles, no nos desanimemos ni nos desesperemos, sino que, con la máxima confianza, nos sometamos a tu santa voluntad, que es Amor y Misericordia.
“Señor de la misericordia, danos tu misericordia y tu perdón”.
Amén.