San Marcos 12 , 38 - 44
“ Amar sin Medida"
- Dar lo mejor: la experiencia humana nos enseña que aquel o aquella que ama de verdad, está dispuesto a darlo todo por aquel a quien ama, está dispuesto incluso a sacrificar la propia vida por el amado. La viuda del Evangelio, al igual que la del Antiguo Testamento, lo da todo, se da a sí misma, y se pone en las manos de Dios, por el bien de los demás.
- La Cruz: Jesús nos dará la gran lección haciendo ofrenda de sí mismo en la cruz. Por eso su sacrificio es único y eficaz, nos ha conseguido el perdón definitivo de nuestros pecados. “Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos”. En el fondo, lo que la fe nos pide no es que demos “algo”, sino que nos demos nosotros, que nuestro corazón sea capaz de darlo todo, de entregarse, de ofrecerse con Cristo.
- El Amor: nunca, el mundo, ha estado tan lleno de todo, pero escaso de amor y afecto. El ser humano anda mendigando amor. Un amor sincero y que da paz al corazón, se traduce en compañía y silencio, una visita oportuna a un enfermo o una palabra de aliento al que se encuentra abatido o deprimido.
REFLEXIÓN
Estas mujeres son de admirar, pero también cuestionan, nuestra fe. Dios fue su tesoro y ambas dieron todo lo que tenían para vivir y, por lo tanto, en aquella ofrenda iban sus vidas por completo, sin reservas. Ambas se hicieron ofrenda y para eso hay que tener una confianza muy grande en Dios. Con su gesto nos muestran su gran fe en un Dios que siempre está y estará de parte de los más pobres.
PARA LA VIDA
Un joven, mientras vagaba por el desierto, encontró un manantial de deliciosa agua cristalina. El agua era tan dulce que llenó su cantimplora de cuero a fin de llevarle un poco de ese manantial al anciano de la tribu que había sido su maestro.
Después de una caminata de cuatro días, el joven llega a la tribu y le entrega su cantimplora al anciano quien, tras beber un largo sorbo, sonríe cálidamente a su estudiante, colmándolo de elogios y agradecimientos por esa agua tan dulce.
El joven regresa a su hogar con un corazón rebosante de dicha. Más tarde, ese mismo día, el anciano permite que uno de sus estudiantes pruebe un poco de agua. Instantáneamente la escupe, vociferando acerca del pútrido sabor del líquido.
Los hechos indicaban que el agua se había puesto rancia debido a la cantimplora de cuero. Sin pensarlo dos veces, el estudiante censura a su maestro: Maestro, el agua estaba nauseabunda. ¿Por qué has aparentado que te gustaba? Y el maestro respondió: “Tú sólo saboreaste el agua, sin embargo, yo saboreé el regalo. El agua no era sino el recipiente de un acto de amor, y nada, nada en este mundo es más dulce que eso”.