2° Domingo de Adviento, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, 8 de Diciembre 2013, Ciclo A


San Mateo  24, 37 - 14
   
 Ave María, Purísima 

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no se grabó
  1. Alegría: la alegría sólo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano: que sea feliz.
  2. El Miedo:  muchos miedos brotan del pecado. Son los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto. Miedo a nuestra debilidad, a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. 
  3. La Felicidad: nuesta felicidad será más sincera si lleva consigo el compromiso de vivir creando en nuestro entorno un clima más humano, empezando por las cosas más bien pequeñas, como no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es, cuidar mejor el amor dentro del hogar, estar cerca de quien nos puede necesitar, etc. Todo ello brota si se tiene a Dios en el corazón como lo hizo María.
  4. El Adviento: Tiempo propicio para escuchar a Dios en el silencio del corazón; tiempo de espera gozosa y corazón vigilante como lo hizo María Santísima, que dispuso todo su ser para decir un SI total a Dios.“Este tiempo es decisivo para comprender el misterio central de la encarnación en la Navidad: Dios se hace hombre. Lo divino irrumpe en el interior de la humanidad».
REFLEXIÓN 
    Nos preocupamos mucho de que estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios. Por otra parte, andamos tan llenos de cosas que no sabemos ya alegrarnos de la «cercanía de Dios». Y una vez más, estas fiestas pasarán sin que muchos hombres y mujeres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón. 
   Y desarmarán pesebre y retirarán el árbol y las estrellas, sin que nada grande haya renacido en sus vidas. La Navidad no es una fiesta fácil. Sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreve a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento será pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Pero puede ser un acontecimiento real. El verdadero regalo de Navidad es dejar nacer a Jesús. 
PARA LA VIDA
   Érase una mujer que fue expulsada del cielo. Al salir le dijeron que sería admitida de nuevo si traía el regalo más querido por Dios. Trajo gotas de sangre de un patriota que murió en la batalla. Trajo el dinero que una pobre viuda había dado a los pobres. Trajo una Biblia de un famoso predicador. Trajo el polvo de los zapatos de un famoso misionero. Trajo muchas reliquias de los santos. 
   Ninguno de esos regalos era el que más le agradaba a Dios. Un día vio a un niño que jugaba en una fuente. Un hombre a caballo se acercó para apagar su sed y al ver al niño recordó la inocencia y la alegría de su infancia.  Miró al agua y vio el reflejo de su cara arrugada y endurecida y toda su vida sucia y malvada pasó por su mente. 
   Lágrimas de arrepentimiento llenaron sus ojos y regaron sus mejillas. La mujer cogió una de esas lágrimas y la llevó al cielo y fue recibida con gran alegría por los ángeles y por Dios

1° Domingo de Adviento, 1 de Diciembre 2013, Ciclo A


San Mateo  24
 , 37 - 44 
      


 «Velad», «Estad alerta», «Vivid despiertos» 

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  1. Adviento: La palabra latina "ADVENTUS" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.
  2. Preparación:  Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días, si abrimos el corazón a Dios, es Adviento. Él nos llama a estar atentos, como el agricultor con la semilla que nace. 
  3. Estar en Velaes vivir atentos a la realidad. Escuchar los gemidos de los que sufren. Como dos enamorados, están atentos el uno del otro y con el corazón latiendo de amor. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús. Velar con confianza, ante la certeza de quien viene. Sabemos de quien nos hemos fiado. Velar, viviendo “con dignidad” nos dice San Pablo. Nada de lujos, con sencillez y optando por lo esencial. Velar, dormidos o despiertos, porque el corazón que ama, no duerme esperando al amado. 
REFLEXIÓN 
   El Adviento es la gozosa expectación por la venida del Señor. Es un tiempo muy rico en la vida de la Iglesia que desea nos preparemos para el nacimiento de Jesús en Belén. Nos invita a comprender el amor de Dios que se decide a entrar en la historia humana de un modo tan humilde y misterioso. 
   Simultáneamente, el Adviento llama nuestra atención sobre la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, cuando vendrá a juzgar a vivos y muertos. Aquí, “lo último” adquiere prioridad. Cristo que nace de María Virgen en la pequeñez de un recién nacido, vendrá al final de los tiempos en la majestad de su gloria para juzgarnos según nuestras obras. 
   Este primer domingo de Adviento subraya, sobre todo, la preparación de la segunda venida y nos invita a estar alertas y vigilar, porque no sabemos el día, ni la hora de la llegada. el profeta Isaías resume espléndidamente la actitud propia para este adviento: estamos invitados a salir al encuentro del Señor que nos instruye en sus caminos. 
   Vayamos a su encuentro, iluminados por la luz que irradia el amor de Dios en nosotros. 
¡VEN, SEÑOR, NO TARDES. VEN PRONTO SEÑOR¡

34° Domingo del Tiempo Ordinario, 24 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  23
 , 35 - 43 
      


 VIVA CRISTO REY !!! 

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  1. Cristo Rey: Este Rey-Juez garantiza y administra una verdadera justicia a favor de los más necesitados. Cristo es la verdad y el sentido último de todas las cosas, principio y fin de la creación, alfa y omega, la luz que guía nuestros pasos. El reinado de Cristo está fundamentalmente, no en la fuerza ni en el poder, sino en la debilidad de la cruz y en la reconciliación. Su reinado es de humildad y servicio, un reinado de amor, de perdón, de paz y de misericordia.
  2. La Cruz:  «Si alguno viene detrás de mí... que cargue con su cruz y me siga». Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo. Abrazados a la cruz, el dolor pesa menos.
  3. El Reinoexige sacrificio y donación de uno mismo a los demás, en los cuales uno descubre el rostro de Jesús, en el que está hambriento, sediento, encarcelado, enfermo, moribundo, extranjero, refugiado, desnudo o marginado por la sociedad... Ellos son la llave de la entrada al Reino.  
REFLEXIÓN 
   En este último Domingo del año litúrgico, la Iglesia nos pone delante de los ojos, en el Evangelio de hoy, la figura del Crucificado, sobre el que hacen burla las autoridades, el pueblo y los soldados romanos y hasta los dos ladrones, probablemente revolucionarios zelotas, que sufrían el mismo suplicio. 
   En este Domingo, que quiere ser una recapitulación del mensaje cristiano, se nos vuelve a repetir la exhortación del viernes Santo: «Mirad el árbol de la cruz, en que estuvo clavada la salvación del mundo». Al mirar al Crucificado, deberíamos recordar instintivamente el dolor y la humillación de tantas víctimas desconocidas que, a lo largo de la historia, han sufrido, sufren y sufrirán olvidadas por casi todos. 
   Sería una burla besar al Crucificado, invocarlo o adorarlo como Rey, mientras seamos indiferentes e indolentes ante el sufrimiento de nuestro prójimo.
PARA LA VIDA
    Una vez un mendigo que estaba tendido al lado de la calle vio a lo lejos venir al rey con su corona y su capa. Pensó: "Le voy a pedir, él es un buen hombre, de seguro me dará algo". Cuando el rey pasó cerca, le dijo: “Majestad, ¿me podría, por favor, regalar una moneda?" (... aunque en su interior pensaba que él le iba a dar mucho). El rey le miró y le respondió: “¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?" El mendigo no sabía que responder y sólo atinó a balbucear: “¡Pero, Majestad...yo no tengo nada!". El rey contestó: “¡Algo debes tener!... ¡Busca!". 
   Entre asombro y enojo, el mendigo buscó en su morral y vio que tenía una naranja, un pedazo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darlos, así que en medio de su enojo tomó unos granos de arroz y se los dio al rey. Complacido, él dijo: "¡Ves como sí tenías!". Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz. El mendigo dijo entonces: “Majestad... creo que por aquí tengo otras cosas...". Pero el rey lo miró a los ojos y, con dulzura, le dijo: “Solamente de lo que me has dado de corazón, te puedo yo dar".

33° Domingo del Tiempo Ordinario, 17 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  21, 5 - 19
      


 No os Dejéis Engañar 

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  1. El Presente y el Futuro: hay que vivir el presente como quien ya hubiera recorrido el camino de la vida y se hallara en el mundo futuro. Si fuera posible vivir los veinte años desde la perspectiva de los sesenta, sin duda alguna que se viviría de distinta manera. Con mayor razón vale cuando hipotéticamente nos colocamos en el más allá. Preguntémonos: Desde la eternidad, ¿cómo hubiese querido vivir el día de hoy, esta situación familiar, este momento personal de crisis, esta relación afectiva, este ambiente en el trabajo?.
  2. Las Dificultades:  si bien los discípulos no deben dejarse “desviar” (o engañar) por falsos profetas que aparecen en tiempos de desgracia ofreciendo una salvación que no pueden dar, tampoco deben escandalizarse ante la realidad del mal en el mundo. En medio de las guerras y de los desastres naturales se da una situación de muerte a la que hay que ponerle remedio, pero hay que tenerlo claro: no son vaticinio de parte de Dios de que ha llegado el fin inmediato del mundo.
  3. El Reinoviene en la medida que lo construyamos. La Escritura acaba con la aclamación: “¡Ven, Señor Jesús!. Cada día volvemos a pedir la llegada de ese Reino. El Reino comienza aquí, y se manifiesta en la Iglesia, pero recibirá su plenitud en la gloria cuando Cristo sea todo en todos. La Iglesia no es el Reino pero lo anuncia y lo hace presente en medio de la humanidad.  
REFLEXIÓN 
   La liturgia de la misa de este domingo 33 del tiempo ordinario, nos habla de los obstáculos y sufrimientos que acompañan el testimonio del cristiano; pero también de la recompensa final que espera a quienes perseveran en la fe hasta el final. Jesús nos recuerda que llegará el día del Juicio sobre su pueblo y sobre todo el mundo y que nadie podrá quedar indiferente. 
   Jesús anuncia algo serio, aunque misterioso. Un fin que nos toca a todos. Vamos hacia un fin del mundo y un juicio universal, pero estos se realizarán primero en la vida personal de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a recibir al Señor, o a rechazarlo. Nuestra decisión a favor o en contra del Reino deberemos hacerla en nuestra vida a lo largo del tiempo. 
   Jesús nos quiere atentos a su presencia, a su reino y su gloria. Teme que mirando falsos mesías dejemos pasar el único Mesías. Que el gusto de los terrores apocalípticos nos haga olvidar el mundo nuevo que se acerca.
PARA LA VIDA
    Érase una vez un grupo de personas. Estaban invitados a un banquete en un castillo medieval. Era una fiesta espléndida. Los mejores manjares. Los vinos más costosos. No faltaba la orquesta. Los invitados tenían buen apetito. Y una vez saciados, en lugar de ir a casa, continuaban degustando alimentos. Eran tan voraces que se acabó la comida. 
   El dueño de la casa envió a sus criados, apoyados por los guardias de seguridad, a buscar más alimentos entre los pobres campesinos del en-torno. También el gas empezó a escasear, y los cocineros ordenaron a algunos criados que cortaran madera de las columnas y del tejado para hacer fuego y continuar cocinando. 
   Pasado un buen rato las columnas cedían y aparecían grietas en el techo. Pero los siervos y los comensales estaban tan absorbidos en lo suyo que no se daban cuenta de las consecuencias de sus acciones.

32° Domingo del Tiempo Ordinario, 10 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  20, 27 -38
    


 La Eternidad está en Juego

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  1. La Vida: Dios es amigo de la vida. Por eso se compadece de todos los que no saben o no pueden vivir de manera digna. Llega incluso a «cerrar los ojos» a los pecados de los hombres para que descubran de nuevo el camino de la vida
  2. La Resurrección:  La fe en la resurrección es el centro de la experiencia cristiana. La respuesta de Jesús afirma que la resurrección no es una simple continuación de la vida, sino una vida nueva y distinta, una vida de plenitud que difícilmente podemos comprender desde nuestras realidades cotidianas. El poder de Dios, que llama a los hombres de la muerte a la vida, transforma y asume la totalidad del ser humano. Dios nos asegura que la continuidad entre nuestra vida terrena y la futura dependerá de nuestra unión a Él.
  3. La Eucaristíaes un banquete que supera a la muerte y anuncia el reino de la esperanza, aún en medio de tanta desesperanza. En la eucaristía somos invitados a formar parte de un banquete de amor. El banquete eucarístico es el símbolo más contundente que celebra al Dios de la vida, superando a la muerte tanto física como espiritual. El sacramento del amor y de la fiesta de la vida eterna.   
REFLEXIÓN 
   En este domingo la palabra de Dios, nos habla de la resurrección de todos los hijos de Dios. Cada uno de nosotros, estamos llamados a vivir para siempre. Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos. Jesús ya abrió el camino y dio testimonio de esa resurrección. 
   El Reino de Dios es el reino de la vida donde la persona perdura, en la gloria, para siempre. Esa es nuestra fe y por eso vivimos de manera que la esperanza en la eternidad empapa cada minuto de nuestra existencia. Nuestra alma tiene sed infinita de Dios. No cabe duda que la resurrección de los muertos es un mensaje de esperanza. 
   Para el creyente, el tesoro más precioso no es la vida que se tiene, sino la que se espera. Con todo, la vida actual es preciosísima. ¿Cómo no va a serlo, si en ella el hombre se juega toda la eternidad? Confiar en este Dios quiere decir darnos cuenta de que estamos hechos para la vida. Y la vida consiste en estar con Él de manera ininterrumpida, para siempre. Además, «para Él todos viven» Dios es la fuente de la vida.
PARA LA VIDA
  Una vez un  joven monje se acercó a su sabio maestro y le preguntó: ¿las almas de los justos viven después de la muerte? El sabio no le contestó. El monje siguió insistiendo día tras día y el sabio callaba. El monje amenazó con dejar el monasterio, pues de qué servía sacrificarlo todo si las almas morían igual que los cuerpos. 
   Entonces el sabio sintió compasión y habló. Eres como un hombre que está muriendo de una flecha envenenada. Su familia lo llevó al hospital pero el moribundo se negó a que le sacaran la flecha si no le contestaban antes a tres preguntas: El hombre que le disparó, ¿era blanco o negro?, ¿era alto o bajo?, ¿era de noble casta, o era de clase baja? 
   Muchos somos como ese monje; hacemos preguntas imposibles. Y muchos dejan la iglesia y la fe e incluso reniegan de Dios porque no reciben respuesta o no reciben la respuesta que esperaban.

31° Domingo del Tiempo Ordinario, 3 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  19, 1 - 10
     

 Quiero hospedarme en tu casa...
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  1. La Pequeñez: la actitud de Zaqueo es un ejemplo para nosotros que por encima de todo queremos ver a Jesús y seguirlo. Hay que sentirse pequeño de estatura para descubrir a Jesús, para conseguir que se descubra a nosotros. Pero debemos examinar la intensidad de nuestro deseo de ver al Señor. Como Zaqueo, ¿quiero yo ver a Jesús? ¿Hago todo lo posible para poder verlo? ¿Quiero descender de mi pecado, de mi mal, alojarlo en mi corazón y alojarme en el suyo?
  2. La Acogida:  significa, para nosotros, anular las distancias que nos separan de Jesús. Es demasiado fácil ser espectadores, sentados y sin ser molestados, ante el paso de Jesús. Es mejor bajar y permitir que Jesús nos conozca mejor, entre las paredes de nuestra casa, en las estancias del corazón. Es allí donde nace una relación de amistad y de amor con él, es allí donde nos encontraremos en condiciones de hablarle de nuestra vida. El encuentro con Jesús lo cambia todo.
  3. La ConversiónZaqueo, da un salto a un árbol y luego, da un salto a la conversión, es decir, al corazón de Jesús. Jesús lo espera y lo atrae con su mirada de amor. Dice S. Ambrosio que mirando hacia lo alto, el Señor vio a Zaqueo en la rama; como el fruto entre las hojas, Zaqueo ya era fruto maduro para la conversión. “Zaqueo en el sicómoro es esa figura del fruto nuevo, del nuevo tiempo, del corazón nuevo”.    
REFLEXIÓN 
   Lo que primero se destaca en este relato del evangelio es la misericordia del Señor, el Buen Pastor, como Él mismo quiso llamarse, venido en pos de la oveja perdida. Rodeado por la multitud que se amontonaba a su paso, su Corazón sabía descubrir al necesitado. 
   Así como al entrar en la ciudad de Jericó había devuelto la vista a un pobre ciego, va ahora a otorgar la salud del alma a un rico publicano. Y es precisamente en el perdón de los pecados donde mejor se manifiesta la omnipotencia de Dios, como lo dice la primera lectura, del libro de la Sabiduría: “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan”. 
   La presencia de Jesús impacta tan fuerte en la vida de Zaqueo que la “conversión” es inminente y desbordante. La respuesta final de Jesús no se hace esperar: su misión es venir para buscar y salvar a aquellos que están alejados de Dios.
PARA LA VIDA
   Cuentan que un rey mandó colocar una gran piedra en medio de un camino, por el que transitaba bastante gente, para ver quién la quitaba. El rey observaba a sus súbditos. Pero todos, ricos, cortesanos y pobres, al verla, daban un gran rodeo y seguían su camino. 
   Un día un campesino llegó con su carga al hombro, vio la piedra que estorbaba a todos, dejó su carga en el suelo y, después de muchos intentos, logró echar la piedra fuera del camino. Cuando volvió a coger su carga, vio una bolsa donde había estado la piedra. 
   La bolsa contenía muchas monedas de oro, y una carta del rey que decía que las monedas de oro eran para el que quitara la gran piedra. Y aprendió aquel día que cada obstáculo en el camino de la vida es una oportunidad para mejorar nuestra situación.

30° Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de Octubre 2013, Ciclo C


San Lucas  18, 9 - 14
      


¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador

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  1. La Oración, Sana: uno sólo puede curarse si se reconoce enfermo, necesitado de salvación. Dios espera este momento, incluso hasta lo provoca sabiamente con su pedagogía inconfundible. Todos somos siempre un poco “fariseos”, pero a todos Dios nos permite hacer la experiencia del publicano de la parábola, lograr una auténtica humildad, la que reconoce que Dios es mayor que nuestro corazón y que siempre perdona. Sólo una oración humilde, sana los corazones necesitados.-
  2. La Humildad:  la palabra “humildad” viene del latín “humus”, que significa tierra, suelo, y tiene su origen en la idea de abajarse o rebajarse. En sentido cristiano, podríamos decir que humillarse es volver a tomar conciencia de cuál es nuestro origen: el barro, y de cuál debería de ser nuestra natural condición: criaturas por debajo de aquel que las ha creado: Dios. Es la actitud del publicano: de humilde a salvado…
  3. La Arrogancia: el inicio del orgullo del hombre es apartarse de Dios su hacedor. Aquél que mira a su hermano por encima del hombro, incluso a los más pecadores, y juzga al prójimo está jugando a ser Dios, se está poniendo a sí mismo como referencia sin darse cuenta de dos cosas: que nadie conoce lo que hay en el corazón de ningún hombre (salvo Dios) y que Dios es el único con potestad para juzgar, nunca nosotros.    
REFLEXIÓN 
   En el fondo, la clave de la oración se reduce a SABER MIRAR. El Fariseo mira desde arriba, erguido, orgulloso, y todas su oración se desenvuelve alrededor de la palabra "YO". Palabra o pronombre que repite una y otra vez. Toda su oración es en torno a ese YO: Yo hago, yo no soy como otros, pago los diezmos, yo no soy adúltero..... Siempre el YO por delante. Ahí está el problema: No ver más allá del yo personal, contemplarse en sí mismo y lejos del publicano pecador. No le mira. Solo dice " yo no soy como ese publicano pecador”.
   ¿Hacia dónde MIRA el publicano? En postura de humildad no se atreve ni a levantar los ojos, indigno de mirar a un Dios, a quien pide perdón por sus pecados y faltas. En su pobreza y estado de pecado el publicano ha sabido descubrir la riqueza de la misericordia de Dios. Ha comprendido que la oración es sentirse necesitado de Dios y abrir su corazón al Padre. Y esta mirada hacia abajo en arrepentimiento y en expresión de perdón, encuentra a su vez otra MIRADA. Es la mirada del Padre compasivo que devuelve la dignidad al pecador, hecho de nuevo hijo/a de Dios. 
En medio de las oscuridades de nuestra vida o del mundo que nos rodea, su luz nos guía, su mirada divina nos sigue y su brazo nos levanta.

PARA LA VIDA
   Aquel día Luisito, jugando, rompió un jarrón en su casa. Su mamá le amenazó: "Ya verás cuando venga tu papá, cómo se va a poner". Al llegar su padre, fue a esconderse rápidamente debajo de la cama de sus padres. Su mamá lo había visto, y, cuando entró el papá en casa, lo llevó a su cuarto, y le dijo al niño: "Luisito, sal de debajo de la cama, que ya llegó tu papá y vio el jarro roto". 
  Este respondió: - "Papá, ¿me va a regañar?" Este respondió: "No, te voy a dar un besito". Entonces el niño salió de prisa de debajo de la cama, y corrió a los brazos de su papá. Se había sentido perdonado, salvado y querido. El hijo pródigo también se sintió salvado, y hoy lo mismo el publicano.

29° Domingo del Tiempo Ordinario, 20 de Octubre 2013, Ciclo C

San Lucas  18
 , 1 - 8 
      
Hazme Justicia

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  1. La Oración: para el cristiano debería ser tan natural como lo es hablar para el hombre; porque debería ser natural la necesidad de ponerse en contacto con Dios para decirle que le amamos y que le necesitamos. Orar no una vez, ni dos, ni tres sino siempre,  continuamente. Con tiempos fuertes de exclusiva oración, pero también con un estilo de hablar, de actuar y de luchar, propio de quien lo hace con temor y temblor por la propia debilidad, y al mismo tiempo con seguridad y alegría de la fe en que el Señor lleva las riendas.
  2. La Fe:  quiere decir esencialmente entregarnos a Dios, fiándonos de Él por completo, no de nosotros mismos, no de nuestras habilidades y posesiones, no de nuestra supuesta justicia, pues, solo Él justifica. Es escoger lo mejor: es refugiarse en el Señor más que en los hombres. Es la respuesta agradecida del ser humano ante las maravillas que Dios hace. La fe genera acción de gracias.
  3. La Justiciason muchos los que se sienten marginados o tratados injustamente en la sociedad y hasta en los estrechos límites de la familia o del puesto de trabajo. Lejos de ser alienante, la oración puede ayudarles a adquirir conciencia de la propia dignidad y de los propios derechos. También la Iglesia, como comunidad tantas veces humillada, puede y debe dirigirse a Dios implorando su misericordia y su justicia, cuando muchos de sus hijos son perseguidos hasta la muerte.     
REFLEXIÓN 
   Las lecturas de la misa de hoy están referidas a la necesidad que tenemos de ser perseverantes en la oración. En el Evangelio, el Señor pone como ejemplo una situación humana y hace la comparación: si una persona es capaz de ceder ante la insistencia de quien pide algo, aunque sea por una cuestión de saturación y de cansancio, que no hará Dios que además es bueno y nos ama. 
   Sin embargo, vamos a detener nuestra reflexión en una expresión que Jesús dice al final de su enseñanza: "les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos se hará justicia”. Es decir que, ante la insistencia del hombre, Dios va a responder con justicia. Algunas veces nos pasa que nos desilusionamos porque decimos que Dios desoye nuestra oración. Y esto no es así. En numerosas oportunidades pedimos cosas que no nos convienen, o manifestamos deseos que son contrarios al amor. Y Dios siempre actúa con justicia y de acuerdo con su voluntad.
PARA LA VIDA
   Dos ranas cayeron en un cubo lleno de crema. Una se puso pesimista y le dio un triste 'Adiós' a su amiga, y se quedó quieta esperando la muerte. Pero su amiga se dijo: "Yo voy a luchar hasta el final. Nadaré alrededor hasta que no pueda más; y entonces moriré contenta". Pero, al nadar, sus patas batían la crema, que poco a poco se iba convirtiendo en mantequilla sólida. Y de pronto rápidamente ella pudo saltar fuera del cubo. Estaba salvada. Había triunfado el optimismo y la constancia. 
   Una joven de 28 años fue a la Iglesia un Domingo y al terminar la celebración le dijo al párroco: "Esta es la primera vez que vengo a la iglesia". -¿Y qué te ha parecido? -Me ha dado un poco de miedo. -¿Por qué? –“Me parece algo tan sublime y no lo había comprendido. De ahora en adelante vendré todos los Domingos a pedirle a Dios”-

28° Domingo del Tiempo Ordinario, 13 de Octubre 2013, Ciclo C

San Lucas  1
 , 46 - 47 
      
Se Postró y Agradeció al Señor

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  1. La Fe: la fe sana especialmente a los que reconocen la presencia de Dios entre nosotros mirándonos a todos con amor nos abre y amplía la mirada. La fe es una experiencia y una perspectiva, es un aprendizaje/ejercicio constate de mirarnos los unos a los otros como Dios nos mira. Al vivir concretamente esta mirada de amor radical habremos de experimentar una verdadera y plena sanación.
  2. La Curación:  Dios nos puede curar de miedos, vacíos y heridas que nos hacen daño. Nos puede sanar integralmente. El Señor sana y sigue sanando. Sana cuerpos y sana almas. El que más reconoce su necesidad y el que menos cree merecer el remedio es quien mejor y más pronto ve la mano de Dios y la agradece. Y lo opuesto también es verdad: quien se considera muy fuerte o quien tiene asumido que se lo merece todo no encuentra apenas de qué dar gracias.
  3. La Acción de Graciasno olvidemos que Eucaristía significa "acción de gracias". Por eso nos reunimos todos los domingos, para agradecer a Dios el don de nuestra fe. A Él le debemos, como dice San Agustín "la existencia, la vida y la inteligencia; a él le debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos. Nada nos mueve tanto a agradecer como recibir un regalo, una gracia, un bien que necesitábamos o deseábamos pero que por alguna razón estaba más allá de nuestras previsiones, recursos o fuerzas.     
REFLEXIÓN 
   Hoy podemos comprobar, ¡una vez más!, cómo nuestra actitud de fe puede remover el corazón de Jesucristo. El hecho es que unos leprosos, venciendo la reprobación social que sufrían los que tenían la lepra y con una buena dosis de audacia, se acercan a Jesús y —podríamos decir— le obligan con su confiada petición: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». 
   La respuesta es inmediata y efectiva: «Id y presentaos a los sacerdotes». Él, que es el Señor, muestra su poder, ya que «mientras iban, quedaron limpios». Esto nos muestra que la medida de los milagros de Cristo es, justamente, la medida de nuestra fe y confianza en Dios. ¿Qué hemos de hacer nosotros —pobres criaturas— ante Dios, sino confiar en Él? 
   Pero con una fe operativa, que nos mueve a obedecer las indicaciones de Dios. Basta un mínimo de sentido común para entender que «nada es demasiado difícil de creer tocando a Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer»…”Vete, tu fe te ha salvado…”
PARA LA VIDA
   Érase una vez un niño que jugando en el muelle del puerto se cayó a las aguas profundas del océano. Un viejo marinero, sin pensar en el peligro, se lanzó al agua, buceó para encontrar al niño y finalmente, agotado, lo sacó del agua. Dos días más tarde la madre vino con el niño al muelle para encontrarse con el marinero. 
   Cuando lo encontró le preguntó: "¿Es usted el que se lanzó al agua para rescatar a mi hijo? -"Sí, yo soy", respondió. -La madre le dijo: "¿Y dónde está el gorro de mi hijo? El evangelio de hoy nos recuerda una dimensión profunda de toda vida cristiana: la gratitud, la acción de gracias. Creer, tener fe, es ser agradecidos a Dios que actúa en las cosas normales de cada día.