San Juan 14, 23 -29
- El Amor: amar a la medida del amor de Jesús, permite entrar en el amor de Dios Padre y profundiza en el misterio salvador de Dios. El amor busca la cercanía, la intimidad, la unión. Dios no nos ama a distancia. Su deseo es vivir en nosotros, inundarnos con su presencia y con su amor. Amar a Jesús implica hacer lo mismo que él hizo: no claudicar frente al dolor, ponerse a los pies de los hermanos, responder a sus necesidades vitales, compadecerse del que está caído, dar de comer al hambriento, visitar al enfermo, consolar al triste, hacer fiesta por un pecador que se arrepiente.
- La Palabra: «El que me ama guardará mi palabra». Es decir, el amor es la clave para que la trinidad habite en nosotros. No como un sentimiento, sino como una actitud y convicción: «guardar su palabra» en la fidelidad a Él y a cada una de sus enseñanzas. El amor que es capaz de fidelidad y permanencia.
- La Paz: la paz de Jesús no se construye con estrategias nacidas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde». No es difícil señalar algunos rasgos del «hombre de paz». Busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta. Sencillamente ama a todo ser humano.
REFLEXIÓN
Las primeras palabras de Jesús Resucitado a sus discípulos fueron: “La paz esté con ustedes” (Jn 20,19.21.26). No es sólo un saludo y ni siquiera un sencillo deseo: es un don que les deja como herencia. Él está donando su propia paz como fruto de su Pascua.
Se trata del don precioso que Cristo ofrece a sus discípulos después de haber pasado a través de la muerte de cruz. Después de resucitar, tal como lo había prometido, en el texto de hoy comparte una paz que no es cualquier paz sino la presencia del Resucitado: “Les dejo la paz, les doy mi paz”.
El Hijo dispone de la paz que, según la Biblia, sólo Dios puede conceder. “Esta paz es el fruto de la victoria del amor de Dios sobre el mal, es el fruto del perdón. Y es precisamente así: la verdadera paz, esa paz profunda, viene de hacer la experiencia de la misericordia de Dios”.
PARA INTERIORIZAR
En Polonia vivía un rabino muy famoso y un turista que había oído hablar de su sabiduría decidió hacerle una visita. Le sorprendió mucho que la casa del rabino fuera sólo una habitación, limpia y ordenada, con un sólo catre, una mesa, dos sillas y unos libros. ¿Rabino, le preguntó el turista, dónde están los muebles? El rabino le contestó con la siguiente pregunta, ¿y dónde están los suyos? ¿Mis muebles? Yo sólo soy un turista, estoy aquí de paso. El rebino, le contestó: Yo también estoy de paso.
El famoso literato Lewis nos recuerda que en la vida todo son necesidades: tengo sed, tengo hambre, tengo frío. Y alguien las provee: Ahí tienes agua, ahí tienes comida…Sólo hay una necesidad, la necesidad de vivir siempre, la vida eterna, que ningún gobernante puede prometer ni dar.