San Lucas 15, 1 - 3 . 11 - 32
" ¡Alegraos, porque he hallado lo que había perdido!"
- El Hijo Pródigo: la parábola del "hijo pródigo" es una réplica de Jesús a la crítica de los fariseos. Jesús acoge gustoso a publicanos y pecadores porque son hijos de Dios y quiere atraerlos a él. El pecado es siempre un apartarse de Dios para convertirse a las criaturas, una opción por el mundo con menosprecio de Dios. Lo principal es el insondable amor de Dios que se refleja en la conducta del padre. Es el descubrimiento esencial del penitente que se lanza por el camino de retorno a Dios. Más que la contrición del penitente lo que cuenta y constituye lo esencial de la actitud penitencial, es el amor misericordioso de Dios y su perdón.
- La Libertad: el pecado es siempre un apartarse de Dios y terminar sirviendo a la criatura; una opción privilegiando el mundo con menosprecio de Dios. No obstante, Dios deja en libertad al hombre para que haga su experiencia. No quiere tener hijos a la fuerza, aún si ellos quieren irse lejos de las entrañas de la familia y del amor. El pecado lleva al hombre al límite de su miseria. Pero entonces es posible que recapacite y vuelva al calor del hogar.
- La Miseria y La Misericordia: miseria en el corazón del hombre, misericordia en el corazón de Dios. La inmensa negrura del hombre y la infinita luminosidad de Dios. Dos polos que se atraen, «un abismo llama a otro abismo»: la miseria y la misericordia, la mezquindad y la generosidad, el vacío y la plenitud, la tristeza y la alegría desbordante. Es el camino de la conversión. Porque la conversión es algo más que reconocerse pecador: es emprender el camino que lleva a la vida, a los brazos de Dios.
REFLEXIÓN
Se abre la liturgia de este domingo "Laetare" con una invitación a la alegría pascual, aunque aún estemos a la mitad de la Cuaresma. Hoy se proclama una de las parábolas más entrañables y conocidas, la del hijo pródigo.
La gran enseñanza del hijo pródigo es su retorno, la conversión auténtica, que tiene los siguientes pasos:
- Darse cuenta de que hemos derrochado lo más precioso y vivimos perdidamente;
- Recapacitar y soñar la abundancia de la casa paterna;
- Examinarse para saber lo que hay que confesar acusándose pecador;
- Ponerse en camino, cumplir la penitencia, de desandar nuestros malos pasos;
- Confesarse diciendo: "Padre, he pecado...".
PARA LA VIDA
Según la revista ”Quote”, los buitres y los chupamirtos vuelan sobre el desierto. La única cosa que los buitres “ven” es carne podrida porque es lo que andan buscando. A los buitres les encanta este tipo de dieta. Pero los chupamirtos ignoran el olor de carne muerta. En vez de esto, ellos buscan las flores llenas de color de las plantas del desierto. Los buitres viven de la vida que era. Ellos viven del pasado, se llenan con lo muerto y con cosas que ya pasaron.
Pero los chupamirtos viven de cosas del presente. Ellos buscan nueva vida. Se llenan de cosas frescas y cosas que tienen vida. Cada pájaro encuentra lo que anda buscando. Así es también con nosotros los cristianos. Las motivaciones del arrepentimiento del hijo menor no son particularmente puras, y la conversión no se produce sino bajo la presión de necesidades vitales, lo que al menos tiene la ventaja de subrayar la magnitud de la gratuidad del perdón paterno.
En cuanto al hijo menor, su oración se parece a la del publicano (cf. Lc. 18, 13). De esta forma, el amor gratuito de Dios elabora una nueva alianza que llama a la conversión y se sella en el banquete eucarístico que se manifiesta en el amor de Dios y su perdón misericordioso.