San Lucas 24, 46 - 53
“ Mientras los Bendecía iba Subiendo al Cielo ”
- La Ascensión: constituye el fin de la peregrinación terrena de Cristo, Hijo de Dios vivo, de la misma naturaleza del Padre, que se hizo hombre para nuestra salvación. El ascenso del Señor victorioso permanece estrechamente vinculado a su “descenso” del Cielo, ocurrido en la Encarnación del Verbo en el seno inmaculado de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo. El acontecimiento de la Ascensión es el sello final, el triunfo definitivo y el cumplimiento del plan de Dios en favor de los hombres. Este acontecimiento corrobora la esperanza cristiana.
- La Misión: es necesario volver a Jerusalén para emprender el camino y la tarea de la evangelización, es decir, anunciar a los hombres que es posible la esperanza, según la extraordinaria grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo. La Iglesia ha de ponerse en camino, pero sabe que está acompañada por el poder de Dios. También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y no quedarnos parados mirando al cielo.
- La Eucaristía: es el signo eficaz de esa intercesión sacerdotal de Cristo junto al Padre y de su presencia viva junto a su Iglesia. En la celebración eucarística de hoy se cumplirá la promesa de Jesús: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Jesús mismo corresponde a lo que nosotros llamamos cielo, pues el cielo, en realidad, más que un lugar, es el encuentro íntimo con la persona de Jesucristo, en quien Dios y la humanidad se encuentran inseparablemente unidos para siempre.
REFLEXIÓN
La Fiesta de la Ascensión es la oportunidad que se ofrece al creyente para alegrarse por su Rey: Se alegra Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey (salmo). La Iglesia celebra el triunfo de su Rey, de su Cabeza, de su Amigo. Y se siente en fiesta. Pero además contempla este misterio como el gran empuje de su misión evangelizadora por el mundo, tan necesitado del Evangelio porque es el único que puede dar respuesta a sus interrogantes. Y se siente renovada en su esperanza teologal que le invita a dirigir sus pasos hacia lo difícil y arduo, pero posible, porque Dios anda por en medio con su bondad, fidelidad y poder. Y, en el centro, Jesús glorificado que sigue en medio de nosotros hasta el fin del mundo. Vivir mirando al cielo es no perder nunca de vista la huella del Señor; no es una evasión sino una toma de conciencia crítica.
Elevar nuestros ojos a lo alto es reivindicar altura y profundidad para nuestra mirada, para inyectar en la vida la luz y la esperanza que nos vienen de Dios; para “comprender cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en heredad a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros” (Ef 1,18-19).
PARA LA VIDA
- Nunca han podido agotar este pozo. Procuraron hacerlo hace algunos años. Pusieron en funcionamiento las bombas del Cuerpo de Bomberos, sin resultado alguno. Encontraron que hay un caudaloso río que corre por debajo de la ciudad. ¡Gracias a Dios, así es el pozo de la salvación! Nunca puede agotarse!
Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin.
ORACIÓN POR LAS MADRES
Amado Señor, en tu Palabra, nos enseñaste a honrar a nuestras madres. En este día tan especial, te damos gracias y oramos por todas las madres. Acompáñalas en todo momento. Pon en cada madre el amor y conocimiento de Dios para que se lo enseñen a sus hijos/as, ya que no hay mejor herencia para un hijo o hija que la fe y la esperanza en las promesas de Jesucristo.
Bendice a las madres cuyos hijos/as están lejos en este día. Anímalas en la ausencia. Si la distancia causa tristeza, haz que los corazones se unan por el amor de Jesucristo. Amén.