Solemnidad de Pentecostés, 15 de Mayo 2016, Ciclo C


San Juan 20, 19 - 23

“  Recibid  El Espíritu Santo ”


  1. Pentecostés:  La palabra indica cincuenta, por los días pasados desde el inicio del tiempo pascual. Los orígenes de la fiesta, como en tantos otros casos, son agrícolas. El día del fruto maduro. Corresponde a las celebraciones de las primeras espigas de trigo segadas y ofrecidas a Dios. Es un soplo que nos viene bien para lanzarnos como iglesia a la conquista de ese mundo tan duro para entender y comprender, vivir y amar las cosas de Dios. En Pentecostés damos gracias a Dios por esta gran casa en la que todos tenemos un sitio y algo que ofrecer y realizar: LA IGLESIA, FRUTO PASCUAL.
  2. El Espíritu Santo: Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. El Espíritu de Dios es de todos, porque el Amor inmenso de Dios no puede olvidar ninguna lágrima, ningún gemido ni anhelo que nace del corazón del hombre.
  3. La Iglesia: se hace fuerte e irrompible cuando siente y se agarra a la comunión de hermanos en la misma fe y unidos por la misma esperanza. Que se lanza al futuro sin miedo alguno sabiendo que lleva entre manos la mayor riqueza que el mundo puede esperar: EL EVANGELIO.
  4. La Misión: la primera realización de esta misión es el anuncio de la verdad de la fe, iniciado el mismo día de Pentecostés, proclamando a todos los pueblos las grandezas del Señor en sus propias lenguas, y constituyendo comunidades de creyentes, llenos del ES (Hch 2. 37-41). El evangelio insinúa la doble reacción ante el mensaje: la acogida y el rechazo, significada en la doble actitud de la Iglesia: perdonar los pecados o no perdonarlos.

REFLEXIÓN  
Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual. Dios es Amor absoluto y substancial que se hizo hombre en Jesucristo y en Pentecostés, invadió la Iglesia y todo el universo como un fuego y como un huracán.

   Dios es Amor y podemos decir de Él todos los adjetivos que implica el amor: Dulce, tierno, constante, amable, generoso, creador, perdonador. Tiene para quienes nos esforzamos en buscarle, todo el vigor de su poder y todas las sorpresas de su bondad. Es Amor. Amor cósmico y trascendente, pero a la vez delicado y fecundo como un corazón maternal. Recio y seguro como las manos de un padre. Camina entre los astros, “por los altos andamios de las flores” como canta Joan Manuel Serrat, y entre el recinto amurallado de las conciencias. Él es Amor. En esta celebración de Pentecostés, abramos las puertas de nuestro interior de par en par.

PARA LA VIDA

   Un pequeño gusano, desencantado de todo, se fabricó una rústica vivienda en la hoja de un árbol. Allí vivía en solitario, renegando de su suerte.
Alguna vez, una bonita mariposa se posó sobre la casa del gusano.
   -¿Quién es? -refunfuñó aquel. -Soy yo, respondió la mariposa. ¿No te gustaría transformar tu vida, volar a las alturas, conocer también el firmamento?.  El gusano se rebulló en su albergue que parecía una tumba. Y contestó de mal humor: No conozco la luz, menos aún podré imaginar el cielo. 
   La mariposa se quedó en silencio, pero empezó a batir sus alas y la casa del gusanito comenzó a balancearse en el vacío. Entonces el huraño inquilino asomó su cabeza oscura y miró a la mariposa. Aquella noche, el gusano sintió que todo su cuerpo empezaba a transformarse. A la mañana siguiente, cuando su amiga regresó a visitarlo, se había convertido en una mariposa resplandeciente. Y los dos amigos salieron juntos a conquistar el espacio.
   Todos nos admiramos ante acontecimientos inexplicables y comentamos asombrados: ¡Aquí esta Dios¡¡¡ Son los frutos del Espíritu. Nos desconcierta el que alguien sea capaz de perdonar, el que alguno acepte con fortaleza y alegría la enfermedad y la muerte. Se nos hace imposible que un joven pueda vivir castamente. Nos cuestiona el ver a un desposeído compartir desde su pobreza. Humanamente no entendemos que se siga esperando contra toda esperanza y que se siga confiando en Dios en este mundo convulsionado. 
ACASO NO SERÁ EL ESPÍRITU SANTO QUE VA HACIENDO SU OBRA?