24° Domingo del Tiempo Ordinario, 11 de Septiembre 2016, Ciclo C


San Lucas  15, 1 - 32

“  Habrá más Alegría en el Cielo por un Pecador que se Convierta..."   

  1. La Confianza: a veces no le damos la oportunidad a las personas, o quizá, les anticipamos posibles fracasos; así que desconfiamos, preferimos que no lo intenten, que las personas a quien queremos no experimenten lo que significa fallar. A veces queremos retener y poseer a las personas, no dejarlas libres para que cometan sus propios errores. Pero las fallas y las caídas de la vida también pueden convertirse en oportunidades de aprendizaje.
  2. La Paciencia: es la del Padre, que espera al hijo sin cansarse y sin perder la Esperanza, que lo abraza tiernamente, que celebra el regreso con una fiesta, y que trata de que el hijo mayor lo entienda y lo acepte. De este padre decía el Papa Francisco en una catequesis: la parábola evangélica del hijo pródigo nos muestra al padre que espera a la puerta de casa el retorno del hijo. Sabe esperar, sabe perdonar, sabe corregir. Ese padre no puede ser otro, no es otro, que nuestro Padre Dios.
  3. La Misericordia: con todo, Dios se nos muestra siempre como un Padre amoroso que está dispuesto a perdonarnos. No importa la gravedad y número de nuestros pecados, Él nos limpiará una y otra vez si acudimos a El arrepentidos. De ahí que cuando uno va arrepentido, como el hijo a su padre, y confiesa sus pecados, el Señor lo perdona. Y no sólo perdona, sino que también olvida.
  4. La Alegría: es también la alegría de Dios ante aquellos que se arrepienten. La vocación de los que siguen a Jesús consiste en ser felices, en regocijarnos de la vida, aún en medio de las vicisitudes y altibajos que encontramos en nuestro camino.
  5. La Generosidad: Dios no es un Ser lejano, ajeno a nuestro dolor, nuestro pecado, nuestros problemas. Dios es un PADRE que nos ama, nos acoge, nos perdona SIEMPRE. Su amor y su perdón no tienen más límites que nuestra propia libertad. Es importante ver la figura de ese Padre de la parábola esperando al hijo en la puerta, porque su corazón dolorido le decía que volvería. Es maravilloso observar cómo  el Padre sale corriendo a abrazar a su hijo. ¡Hay algo más que decir sobre Dios! Sólo adorar y agradecer este inmenso AMOR MISERICORDIOSO, dejarnos abrazar por El, abandonarnos en su pecho, llorar de arrepentimiento, sentir su corazón latiendo al compás de su inmenso cariño por nosotros.

    REFLEXIÓN 

       Hay tres fases en la parábola: Primero, el alejamiento del todo; Dios es todo, Dios es la felicidad. Aquel hijo que le pide al padre: "Dame la herencia porque me voy", es el hombre, es la mujer, es el joven que les parece pesada la ley de Dios. Y se quiere ir y se retira. Nadie respeta tanto la libertad del hombre como Dios. Sólo Dios, que me ha hecho libre y respeta mi libertad: "Si te quieres ir, si no te alegra mi ley, si no te sientes feliz en mi casa, si te parece aburrido el consejo que tu mamá te dió en nombre mío, si te parece molestia la honestidad de tu esposa que te llama a la fidelidad, si te parece vergüenza que tus hermanos denuncien tu vicio de hermano mayor; entonces vete, vete a gozar tu vida". 
       Y va el pobre hijo pródigo, feliz porque lleva dinero. Se aleja de aquel que es todo, de aquel que llena las aspiraciones más profundas del hombre. El hombre ha sido hecho para Dios- decía San Agustín- y su corazón está inquieto mientras no descansa en Dios. Dichoso el inocente que no traiciona la ley de Dios. Qué pocos son, pero los hay gracias a Dios. Dios me ha hecho para él y toda mi razón de ser, el cultivo de mis cualidades, el desarrollo de mis facultades, toda mi vida será feliz desarrollándose, si tiene como centro la gloria de Dios. Pero hay muchos que piensan al revés y se va la primera fase. 
       Hay muchos que están en esta primera fase: Los que ya se están cansando de la fidelidad al Señor, los que están comenzando a tener los primeros conflictos en su hogar, los que están comenzando a sentir nieblas en su fe. ¡Cuidado, hermanos! No se vayan. Si no han roto todavía las relaciones con Dios, con la Iglesia, quédense, estúdienla, aguanten un poquito. La pasión de ese momento pasa. La eternidad de Dios permanece. Hermanos, el evangelio es duro. Y ojalá no hubiéramos tenido la triste y amarga experiencia de haber saboreado que las bellotas de los cerdos no llenan la felicidad del hombre. 
       No está allí la felicidad. En la droga, en el aguardiente, en la prostitución, en el robo, en el crimen, en la violencia nunca habrá felicidad. No, son bellotas de cerdos; jamás te vas a sentir satisfecho. Fíjense cómo hay una pobreza pecadora; la pobreza del hijo pródigo fue fruto de su decisión equivocada y arrogante ante el Padr… 

    PARA LA VIDA 

       Un famoso predicador comenzó su sermón enseñando un billete de 100 euros. Y preguntó a los asistentes: "¿Quién de ustedes quiere este billete de 100 euros? Las manos empezaron a alzarse. Les dijo: "Voy a dar este billete a uno de ustedes, pero antes déjenme hacer esto". Y empezó a estrujar el billete. 
       Siguió preguntado; "¿Todavía lo quieren?" La gente levantó las manos. Bien, les dijo: "¿Y si hago esto?" Dejó caer el billete al suelo y comenzó a pisarlo y ensuciarlo con sus zapatos. Lo recogió, ahora arrugado y sucio. "¿Todavía lo quiere alguien?". Las manos seguían levantándose. 
       Amigos, han aprendido una valiosa lección. Hiciera lo que hiciera al billete, ustedes seguían deseándolo porque, a pesar de su aspecto cada vez más feo, sabían que su valor seguía siendo el mismo. Seguía valiendo 100 euros. Nosotros somos ese billete. Muchas veces ensuciados y postrados por nuestras propias decisiones o por las decisiones de los demás. 
       Nos sentimos indignos y sin valor. Pero el valor de nuestras vidas no está en lo que hacemos sino en lo que somos.  Y todos somos especiales. Hay que valorar las bendiciones de la vida, no los problemas.