San Lucas 16, 1 - 13
“ No Podemos Servir a Dios y al Dinero "
- La Astucia: para ser astutos necesitamos discernir quién gobierna nuestro corazón, a quién servimos de verdad. Si servimos al dinero por el dinero, fracasaremos, si servimos a Dios y usamos con astucia los bienes que se nos han dado a favor del Reino de Dios, seremos bendecidos por Dios con el tesoro que nunca se acaba.
- La Fidelidad: solo quien es fiel será fiable. La fidelidad en lo pequeño hará que el discípulo de Cristo merezca confianza cuando se trata de lo más importante. El buen uso del dinero y de los bienes de la tierra es un signo de la seriedad del compromiso del creyente.
- La Riqueza: es un falso dios, objeto de adoración. Mientras millones de personas pasan hambre, nuestra sociedad derrocha a raudales lo que otros necesitan para vivir. Como cristianos estamos llamados a compartir lo que hemos recibido y debemos tener cuidado, pues "no podemos servir a Dios y al dinero".
- La Fe: hemos de ir al fondo y examinar qué acogida damos al mensaje de salvación; qué espacio real damos a la fe en nuestra vida; hasta qué punto esa fe que profesamos es capaz de transformar nuestra persona.
- La Libertad: quien quiera ser libre tendrá que hacer una opción por Dios. Porque solo entonces me sentiré libre también frente al dinero. Porque no se trata de no tener. Se trata de ser libre y no esclavo. El problema no es el dinerro en sí mismo. Es la actitud ante él. En la vida siempre tendremos dos opciones: Ser libres. Ser esclavos. Dominar a los demás. Servir a los demás. Cuando sirvo a Dios, soy libre. Dios siempre respeta mi libertad, pero si sirvo al dinero, soy su esclavo. Por el contrario, Dios nunca esclaviza a nadie.
- La Caridad: nos mueve a socorrer con generosidad de nuestros bienes a los pobres: El verdadero cristiano da, porque en últimas, todo es prestado. Mientras la limosna no nos cuesta, vale poco. La caridad está por encima de la limosna; ésta, para tener valor debe ser el fruto de un sentimiento interno de respeto y de amor al pobre. Por eso dice San Pablo: aunque distribuya en limosnas toda mi fortuna, si no tengo caridad de nada me aprovecha.
REFLEXIÓN
En el Evangelio, Jesús nos vuelve a poner otra de esas exigencias que cuando la escuchamos hace que algo suene en nuestro interior: no podéis servir a Dios y al dinero (recordemos que esto, está dicho hace XX siglos). Si hace dos domingos nos decía que el afecto hacía Él debería estar por encima del de nuestra propia familia, hoy nos lanza este nuevo reto. Jesús no condena el dinero, que es algo imprescindible para vivir, lo necesitamos incluso para cumplir con la misión de anunciar el Reino de Dios en nuestro mundo. Pero nos pide que apliquemos algunos elementos correctores que sí son importantes, por ejemplo, que el dinero no sea el centro de nuestra vida, o sea que nuestra vida no se mueva únicamente por el deseo de tener. Hay otros valores que influyen más decisivamente en mi modo de vivir. Hay otras cosas que preocupan más que el deseo desproporcionado y enfermizo de poseer cuanto más poder económico mejor.
Las cosas que se nos han dado son pequeñas en comparación con las cosas del cielo, con la vida eterna, de la cual, dice San Pablo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre… porque es algo grandioso, inefable. Si somos fieles en lo poco iremos creciendo en fidelidad y alcanzaremos con la gracia de Dios la vida eterna. Hay algo que los cristianos olvidamos con facilidad: ser cristiano exige cambiar radicalmente nuestros criterios de actuación y encauzar nuestra vida por caminos diferentes a los que nos ofrece la sociedad actual.
El que toma en serio a Jesús, sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer ilimitadamente siempre más y más, sino que debe aprender a compartir y solidarizarse con los más necesitados. Porque el que realmente tiene alma de pobre, no puede seguir disfrutando tranquilamente de sus bienes mientras junto a él hay hombres necesitados hasta de lo más elemental.
PARA LA VIDA
SER FELICES CON POCO…
Érase una vez un hombre de negocios, un americano de vacaciones en un pueblecito de la costa mejicana. Un día contempló a un mejicano en su barquita que volvía de pescar unos grandes peces. -Felicidades.
Hermosos peces. ¿Cuánto tiempo le costó pescarlos? -El mejicano le dijo: sólo un ratito. -¿Y por qué no le dedica más tiempo y así pesca muchos?-Oh, no, con esto tengo más que suficiente para mi familia. -¿Y qué hace el resto del tiempo cuando no sale a pescar? -Me levanto tarde, pesco un rato, juego con mis hijos, hago la siesta, paseo por el pueblo, toco la guitarra con mis amigos…como ve tengo mi vida bien llena. -Escuche, yo soy un graduado de Harvard y le puedo ayudar a mejorar su negocio. Tiene que dedicar más tiempo a la pesca. Así podrá comprar un barco más grande, pescará más y podrá comprar más barcos.
Después podrá tener su propia empresa. Por supuesto tendría que dejar su pueblo y trasladarse a México y luego a Nueva York para dirigir su gran empresa. -Pero señor, ¿cuánto tiempo llevará todo eso? -De 15 a 20 años. -¿Y después qué? -El americano sonriendo le dijo, después viene lo mejor. Una vez consolidada su empresa la vende y se hace millonario. -¿Y después qué? -Después, le dijo el graduado de Harvard, usted se retira, vuelve a un pueblo de la costa, se levanta tarde, pesca un ratico, juega con sus nietos, hace la siesta, pasea por el pueblo y toca la guitarra con sus amigos. -El mejicano le contestó, pero, señor, eso mismo es lo que estoy haciendo ahora.