29° Domingo del Tiempo Ordinario, 16 de Octubre 2016, Ciclo C


San Lucas  18, 1 - 8
“  Orar sin Desanimarse "   


  1. La Oración: es el alimento y el respiro del alma que la une íntimamente con el amado Dios. Es el primer deber, la primera necesidad del creyente. Orar es sencillamente hablar con el amado, con Dios Padre, conversar con el enamorado. Dios no es un juez malo. Dios es infinitamente bueno y hará justicia a sus elegidos si aclaman a él día y noche, si se enamoran más de él. La Oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra es algo grande, algo sobrenatural que dilata el alma, uniéndola más a Jesús.
  2. La Fe: si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros caminamos en la oscuridad, nos extraviamos en el camino de la vida. La oración perseverante es más bien expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día, en cada momento, para vencer el mal con el bien. De la fe fluye la oración; y la oración que fluye suplica constancia para la misma fe. Para que la fe no decayese en medio de las tentaciones, dijo el Señor: “Vigilad y orad para que no entréis en tentación”.
  3. La Justicia: son muchos los que se sienten marginados o tratados injustamente en la sociedad y hasta en los estrechos límites de la familia o del puesto de trabajo. Lejos de ser alienante, la oración puede ayudarles a adquirir conciencia de la propia dignidad y de los propios derechos. También la Iglesia, como comunidad tantas veces humillada, puede y debe dirigirse a Dios implorando su misericordia y su justicia, cuando muchos de sus hijos son perseguidos hasta la muerte. 
  4. La Perseverancia: consiste en persistir por conseguir un noble fin. Dios nos dará lo que le pedimos, si persistimos en su búsqueda. Dios escucha a sus hijos que laman a él, día y noche.
    REFLEXIÓN

       Las lecturas de la misa de hoy están referidas a la necesidad que tenemos de ser perseverantes en la oración. En el evangelio, el Señor pone como ejemplo una situación humana y hace la comparación: si una persona es capaz de ceder ante la insistencia de quien pide algo, aunque sea por una cuestión de saturación y de cansancio, qué no hará Dios que además es bueno y nos ama? Sin embargo, vamos a detener nuestra reflexión en una expresión que Jesús dice al final de su enseñanza: Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos se hará justicia”.
       Ante la insistencia del hombre, Dios va a responder con justicia. Algunas veces nos pasa que nos desilusionamos porque decimos que Dios desoye nuestra oración. Y esto no es así. En numerosas oportunidades pedimos cosas que no nos convienen, o manifestamos deseos que son contrarios al amor. Y Dios siempre actúa con justicia y de acuerdo con su voluntad. No debemos cansarnos de orar. Y si alguna vez comenzamos a sufrir el desaliento o el cansancio, tenemos que pedir a quienes nos rodean que nos ayuden, sabiendo que ya en ese momento el Señor nos está concediendo otras gracias, quizás más necesarias que lo que estamos pidiendo.
       Perseverar en la oración es el punto de partida para alcanzar la paz, la alegría y la serenidad. En la confianza de que nada puede contra una oración perseverante, le vamos a pedir hoy al Señor, que con la intercesión de María nos conceda la gracia de alcanzarla. Ya san Benito enseñaba a sus monjes: "Ora et labora". "Ni ores sin trabajar, ni trabajes sin orar". 
       Desde entonces está claro que no estamos hablando de dos caminos, sino de un único y solo camino en el que se entrecruzan la oración y la acción, la reflexión y la lucha diaria. En la iglesia se ora, pero activamente, metiendo en la oración los trabajos y las preocupaciones del día. En donde quiera que estemos, nuestro corazón necesita conectarse con el Amor supremo y fuente de todo. La oración no es otra cosa que sabernos creaturas, frente  nuestro creador. 


    PARA LA VIDA 

       La Madre Teresa de Calcuta, la servidora de los más pobres entre los pobres, visitó un día al famoso y poderoso abogado de Washington Edward Bennett Williams. Williams, abogado de Richard Nixon, Frank Sinatra y otros personajes importantes, presidía una pequeña fundación caritativa y Madre Teresa decidió visitarle en busca de ayuda para un hospital de enfermos del Sida que iba a construir. 
       Antes de la visita, Williams confió a su colaborador Paul Dietrich: “Pablo, sabes que el Sida no es mi enfermedad preferida y no quiero dar dinero para esa causa, pero tengo una santa católica que viene a verme y no sé qué hacer”. Decidieron recibirla con cortesía, escucharla y decirle que no. Madre Teresa entró en la oficina, les expuso su proyecto y les pidió la ayuda económica. Wlliams le dijo:”Nos conmueve su petición, pero no es posible”. Madre Teresa contestó: “Vamos a rezar”. Williams y Paul bajaron sus cabezas y terminada la oración Madre Teresa hizo la misma súplica. 
       De nuevo Williams le dijo que no era posible. Madre Teresa dijo una vez más: “Vamos a rezar”. Williams, exasperado, miró al techo y dijo: “Está bien, está bien. Paul tráeme la chequera”. Madre Teresa no se dejó intimidar por las negativas del abogado y salió de la importante oficina con un cheque. Madre Teresa, como la viuda del evangelio, persevera en la oración, llama a las puertas de los jueces y abogados de este mundo y alcanza la justicia que los más pobres del mundo son merecedores.