31° Domingo del Tiempo Ordinario, 30 de Octubre 2016, Ciclo C


San Lucas  19, 1 - 10

“  Hoy ha Llegado la Salvación a esta Casa "   


  1. La Riqueza: vivimos en una sociedad del placer sin frenos, de los derechos sin obligaciones, del dinero sin trabajar, del divorcio sin firmas, del amor sin rostro…una sociedad alejada cada día más de Dios. Y en medio de ella tenemos que vivir como cristianos creyentes. E ahí están los obstáculos que tenemos que superar, y esto no es nada fácil. Como Zaqueo, habrá que buscar los medios de ir a Jesús. 
  2. El Llamado: Dios llama a los hombres a entrar en comunión con él. Ahora bien, se trata de hombres pecadores. La respuesta al llamamiento de Dios les exigirá por tanto en el punto de partida una conversión, y luego, a todo lo largo de la vida, una actitud penitente. El enfermo que recibe al médico es un enfermo con esperanza. 
  3. La Misericordia: así es Dios con nosotros, clemente, misericordioso, rico en piedad, bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas (Salmo 144). Dios reprende con amor, poco a poco, dando a cada uno su tiempo para que se corrija y vuelva al buen camino. El Señor nunca quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y así debe ser nuestra conducta hacia todas aquellas personas a las que consideramos más pecadoras que nosotros. 
  4. La Conversión: o el cambio de vida, es fruto de un encuentro real con Jesucristo: «la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los po­bres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro ve­ces más». Es la conversión que se expresa en la acción decidida por cambiar todo aquello que en nosotros se aparta de las enseñanzas del Señor, todo aquello que lleva a defraudar al prójimo y atenta contra la caridad. 
  5. La Acogidael Señor sale a nuestro encuentro cuando lo buscamos con sincero corazón, y nos pide llevarlo a nuestra casa, acogerlo en nuestro interior. ¡Así es el encuentro con el Señor cuando le abrimos de par en par las puertas, cuando lo dejamos entrar a lo más íntimo de nosotros mismos! ¡Qué diferencia con nuestra actitud muchas veces egoísta y desconfiada! ¡Cuántas veces tenemos miedo de abrirle al Señor la puerta de nuestro corazón y dejarlo entrar! ¡Cuántas veces, aunque nuestro corazón nos reclama un encuentro mayor, respondemos ante la invitación del Señor: “no Señor, de lejos nomás, porque dejarte entrar a mi casa ya es mucha intimidad y demasiado compromiso”!

REFLEXIÓN

   Acogida, esta podría ser la palabra clave de la Liturgia de este Domingo. Zaqueo es el protagonista. Acoger a Jesús significa para él recibir la salvación de Dios, su amistad y su perdón. Junto con Zaqueo también son artífices de la acogida los tesalonicenses, que han dejado espacio y tiempo al anuncio del Evangelio y que están llamados a preparar el momento de su encuentro con Jesús a través de la fidelidad y la disponibilidad a realizar lo que está bien a los ojos de Dios en un tiempo difícil, donde sería más conveniente no exponerse con el nombre de cristiano. 
   Acogida significa, buscar los caminos para abrirse al diálogo con hombres de diferente origen y cultura, que forman parte de la creación y se encuentran bajo la mirada compasiva de Dios. Su existencia bajo el mismo cielo, querida por el Creador del universo, cancela la distinción entre puro e impuro, entre seres de primera y de segunda categoría, y trae consigo el reconocimiento de una fraternidad universal. 
   Acogida significa, para nosotros, anular las distancias que nos separan todavía de Jesús. Es demasiado fácil ser espectadores, sentados y sin ser molestados, ante el paso de Jesús. Es mejor bajar y permitir que Jesús nos conozca mejor, entre las paredes de nuestra casa, en las estancias del corazón. Es allí donde nace una relación de amistad y de amor con él, es allí donde nos encontraremos en condiciones de hablarle de nuestra vida. La acogida no es un adorno ni una cuestión de formalidad: es esencial para que nazca una relación cualitativamente diferente con Jesús y con las personas que encontremos. La familiaridad con Jesús nos permite, además, desprendernos de la sed del beneficio, del deseo de riquezas y de las preocupaciones que éstas suscitan (cf. Lc 8,14; 10,38-42): «Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» 

PARA LA VIDA 

   Érase una vez un rey que mandó colocar una gran piedra en medio del camino. El rey observaba a sus súbditos para ver si alguno la quitaba. Los ricos comerciantes y los cortesanos, al verla, simplemente daban un gran rodeo y seguían su camino. Algunos criticaban al rey por no tener limpios los caminos. Un día un campesino llegó con su carga al hombro, la dejó en el suelo y después de muchos intentos logró echar la piedra fuera del camino. 
   Cuando volvió a coger su carga vio una bolsa donde había estado la piedra. La bolsa contenía muchas monedas de oro y una carta del rey que decía que las monedas de oro eran para el que quitara la gran piedra. Y aprendió, aquel día, que cada obstáculo en el camino de la vida es una oportunidad para mejorar nuestra situación. La vida es una larga carrera de obstáculos. Hay personas que los evitan y hay otros que se enfrentan a ellos y encuentran su recompensa.
   Hay cristianos que piensan que es Dios quien tiene que quitar los obstáculos de su camino y hay otros cristianos que simplemente piden a Dios el valor y la fuerza para enfrentarse y vencer los obstáculos de la vida.