33° Domingo del Tiempo Ordinario, 13 de Noviembre 2016, Ciclo C


San Lucas  21, 5 - 19

“  El que Persevere Hasta el Final, se Salvará..."   


  1. El Llamado: en ningún momento augura Jesús a sus discípulos un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde: Como por la cruz, se llega a la Gloria. 
  2. La Ingenuidad: en momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Estas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe. 
  3. Lo Esencial: cada generación, en la historia, tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana. Las dificultades prueban la calidad de la fe. 
  4. El Testimonio: los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es la hora del testimonio, precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto. 
  5. La Paciencia:  esta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser traducido indistintamente como «paciencia» o «perseverancia». Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.

REFLEXIÓN 

   El Evangelio de hoy nos muestra los elogios que las gentes de Jerusalén hacían del Templo, que estaba siendo restaurado y embellecido por entonces. Jesús anuncia que un día no quedará piedra sobre piedra de aquel monumento (Lc 21,5-19). La pregunta siguiente era de esperar: “Y, ¿cuándo va a ser eso?” 
   Sin embargo, para Jesús no es importante saber el tiempo. Por eso lleva la atención a dos cuestiones fundamentales, como ha subrayado el papa Francisco: “Primero: no dejarse engañar por los falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia”.  

   No hay por qué asustarse. Este es un tiempo de conversión, de modo que, sea pronto o tarde, todos tendremos que presentarnos ante el Señor a la hora de nuestra muerte. Este será el fin para cada uno de nosotros. Y esa será la hora de la verdad. Allí no habrá más tiempo para arrepentirse, pues se nos ha dado toda esta vida para que mantengamos el buen rumbo. Lo cierto es que el Señor nos está dando siempre la oportunidad de arrepentirnos y cambiar. Y hasta el más grande pecador que pueda haber existido, tiene la posibilidad de salvación con tal de que se arrepienta. Mientras tengamos vida en la tierra estamos a tiempo. Después Dios dará a cada uno lo que le corresponda. 

   Jesús nos trae esperanza y edifica nuestros corazones para seguir luchando, para no desfallecer aun cuando parezca que nada cambia, para solidarizarnos con los más vulnerables, y aun cuando tengamos que enfrentar la propia muerte. Muchos profetas no colectaron en sus vidas los frutos de sus cosechas, pero los frutos de sus palabras y testimonio profético son verdaderamente inmensurables. Estamos seguros que cada uno de nosotros somos fruto de esos esfuerzos, de esos extraordinarios ejemplos de perseverancia y fortaleza. 

PARA LA VIDA 
   Una hermosa niña de quince años se enfermó repentinamente, quedando casi ciega y paralizada. Un día escuchó al médico de cabecera, mientras le decía a sus padres: - Pobre niña; por cierto que ha vivido ya sus mejores días. - No, doctor - exclamó la enferma-, mis mejores días están todavía en el futuro. Son aquellos en los cuales he de contemplar al Rey en su hermosura. 
   Esa es nuestra esperanza. No seremos aniquilados. Cristo resucitó de entre los muertos como garantía de que nosotros también resucitaremos. La resurrección es el gran antídoto contra el temor de la muerte. Nada puede reemplazarla. Las riquezas, el genio, los placeres mundanales, no nos pueden traer consuelo en la hora de nuestra muerte. El Cardenal Borgia exclamó al morir: - ¡En mi vida he preparado para todo menos para la muerte y ahora, ¡Ay de mí!, no me encuentro listo!