17° Domingo del Tiempo Ordinario, 30 Julio 2017, Ciclo A


San Mateo 13, 44 - 52

Darlo Todo por el Tesoro del Reino de los Cielos " 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. Saber Discernir: partir de la bondad de Dios, en que el discernir en sabiduría e inteligencia está presente en nuestras vidas. Muy distinto es la situación de muchos de nosotros, donde lo primero que aparece es la riqueza, la avaricia y el poder. Ya nadie pide luz para escuchar y discernir el bien del mal. Ni siquiera hay una ética que prevalezca por encima de todo afán de poseer riquezas.
  2. El Tesoro: ¡Cristo es el tesoro que enriquece por sobre todos los demás! En Él encontraremos todas las riquezas que necesita nuestro corazón empobrecido por un mundo artificial, empobrecido por las opciones superficiales y fáciles, empobrecido por las opciones del anti‑amor. El creyente, el discípulo del Señor Jesús, debe tener siempre el coraje de abandonar todo aquello que constituya un obstáculo para su propia realización, para alcanzar el horizonte de mayor plenitud, para comprar la perla más valiosa y quedarse con el tesoro mayor. «El hombre que busca las perlas buenas, halla una sola que es preciosa. Esto es, al buscar a los hombres buenos para vivir con utilidad con ellos, halla a uno solo, que está sin pecado, a Jesucristo».
  3. La Fe: es una llave que nos proporciona el conocer y abrirnos a los tesoros de Dios. Sin ella es imposible vender otros campos (lo material, lo aparente o superficial) para quedarnos con lo esencial y verdaderamente valioso: el amor de Dios.
«El Reino aparece así como un Don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien» 

REFLEXIÓN 

   Se podría decir que el lema de este domingo es que “la mejor opción es obrar según el plan de Dios”. La felicidad está en acertar en la opción fundamental de nuestra vida. Pues bien, esa gran verdad Jesús la expone en tres parábolas (Mt 13, 44-52).  
  • La primera nos presenta a un jornalero o tal vez un caminante. En un campo encuentra un tesoro oculto. Lo esconde de nuevo, y lleno de alegría vende todo lo que tiene y con el dinero conseguido compra el campo aquel. Su desprendimiento es una ganancia.
  • La segunda, imagina a un comerciante de perlas finas. Un día encuentra una de gran valor. También él vende todo lo que tiene para poder comprar aquella perla. No desprecia lo que tiene, sino que aprecia de verdad lo que siempre ha ido buscando.
  • La tercera parábola evoca la red que los pescadores arrojan al mar. Es cierto que recoge toda clase de peces. Pero en un segundo momento, los pescadores los seleccionan cuidadosamente. Reúnen los buenos en cestos (como el trigo), y los malos los tiran (como la cizaña). 
   Las tres parábolas representan el reino de Dios y subrayan su valor. Sugieren la necesidad de establecer una recta jerarquía de valores, valorando lo que realmente vale: la alegría de poseer el único tesoro que no se corroe. La vida cristiana es un camino de plenitud y alegría verdadera porque toda ella está encaminada a poseer a Dios, único ser que puede colmar el anhelo de felicidad del hombre. 

   Nos hiciste para Ti, Señor e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en ti (San Agustín, Confesiones 1,1). El cristiano debe saber vivir en este mundo sin ser del mundo, debe aprender a valorar en su justo valor los bienes de este mundo sin anclar su corazón en ninguno de ellos. Más aún, debe estar dispuesto a venderlo todo consciente de que su única posesión verdadera es Dios. 

PARA LA VIDA 

   Un rico industrial del Norte se horrorizó cuando vio a un pescador del Sur tranquilamente recostado contra su barca y fumando una pipa.- «¿Por qué no has salido a pescar?», le preguntó el industrial.- «Porque ya he pescado bastante por hoy», respondió el pescador.- «¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas?», insistió el industrial.- «¿Y qué iba a hacer con ello?», preguntó a su vez el pescador.- «Ganarías más dinero», fue la respuesta.

   -«De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon, con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas... y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico, como yo». - « ¿Y qué haría entonces?», preguntó de nuevo el pescador. - «Podrías sentarte y disfrutar de la vida», respondió el industrial. - « ¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?», respondió el satisfecho pescador. 

   Todo se ve con los ojos nuevos de la fe y del amor. Vivir ya no es sólo pasarla bien o disfrutar los días que nos quedan. Es, más bien, vivir desde Dios y para los demás. El mundo ya no nos será indiferentemente egoísta. Quien sigue a Jesús se compromete con él para erradicar el mal y construir una sociedad más justa y solidaria. 

    Es lo que le pasa al pescador de la historia de hoy, que vive feliz en las cosas sencillas de las que disfruta sin hacer caso del capitalista consumidor que le ofrece más y más cosas materiales para ser feliz y al final llegar a lo mismo. Busquemos más tiempo para estar con la familia, para ser más solidarios, para compartir más, para disfrutar más de la vida haciéndola disfrutar a los demás.