23° Domingo del Tiempo Ordinario, 10 Septiembre 2017, Ciclo A


San Mateo 18, 15 -20

Si tu Hermano Peca, Corrígelo con Amor

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. La Corrección FraternaEs decir la necesidad que todos tenemos de corregir y ser corregidos por los demás en nuestros defectos y errores y orientarnos por el buen camino.  Porque nadie puede decir que está tan seguro de sí mismo como para pensar que nunca comete errores.  Corregir no es fácil, porque cuando corregimos a alguien, a veces, no lo hacemos con cariño y respeto. A veces, bajo el pretexto de corregir, lo que hacemos es humillar al otro que no piensa ni actúa como nosotros. Por eso la corrección ha de hacerse con sumo cuidado que nunca haya duda de que esa corrección busca el bien del otro.
  2. El Amor: genera vida y felicidad.  El amor debe manifestarse en la ternura, en el abrazo, en la bienvenida, en la sonrisa sincera, en la lágrima de la despedida y en el beso sincero, pero también en la exigencia, en la disciplina y en la corrección cuando sea necesario. Corregirnos y orientarnos mutuamente en el mandamiento que nos dejó Jesús: el amor a Dios y al prójimo, como Él nos ha amado.
  3. La Oración: para sentir a Dios en lo más íntimo, para sentir que me quiere, para sentirme bien a solas con él. Conocer no es bastante. Sentir el amor de Dios desde lo íntimo. Contemplar a Jesús: ver en Él al Hijo perfecto. “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del Cielo”. Nuestros egoísmos individuales dificultan la oración. Solo el amor puede unirnos ante Dios.  Solo la concordia entre los hermanos garantiza el valor y la eficacia de nuestras plegarias.
  4. La Misión: no conocemos a Jesús para quedárnoslo, sino para anunciarlo. No hemos recibido un privilegio, sino un encargo. No somos poseedores, si no mensajeros. Dios me soñó para otros. Recuperar el sentido de la respuesta a este encargo de mi Padre. El verdadero creyente alimenta su fe en el seno de una comunidad compartiendo con otros hombres y mujeres la misma esperanza en el Dios de Jesucristo. 

REFLEXIÓN


    Todos somos responsables unos de otros. Es quizá la enseñanza básica del evangelio de hoy. Si somos hermanos no podemos desentendernos unos de otros. Debemos reconocer que lo fácil es desentenderse o limitarse a una crítica insolidaria, a espaldas del afectado. Debemos ayudarnos mutuamente a vivir como cristianos. A través del "buen ejemplo"
 
   Los creyentes deberíamos escuchar hoy más que nunca la llamada de Jesús a corregimos y ayudamos mutuamente a ser mejores. Jesús nos invita, sobre todo, a actuar con paciencia y sin precipitación, acercándonos de manera personal y amistosa a quien está actuando de manera equivocada. «Si tu hermano peca, repréndelo a solas, entre los dos. Si te hace caso, habrás salvado a tu hermano.»
 
   Cuánto bien nos puede hacer a todos esa crítica amistosa y leal, esa observación oportuna, ese apoyo sincero en el momento en que nos habíamos desorientado. Todo hombre es capaz de salir de su pecado y volver a la razón y a la bondad. Pero necesita con frecuencia encontrarse con alguien que lo ame de verdad, le invite a interrogarse y le contagie un deseo nuevo de verdad y generosidad.
   Son muchos los factores que constantemente deterioran nuestras relaciones personales dentro de la familia, entre vecinos y compañeros de trabajo o en la convivencia diaria.
 
   La comunicación queda fácilmente bloqueada, sobre todo, cuando constatamos que el otro ha actuado de manera injusta o desleal. Nos sentimos como justificados para excluirlo de nuestra aceptación amistosa y encerrarnos en un juicio destructor.
 
   No es éste el camino acertado para crecer. Jesús nos anima a adoptar una postura positiva, orientada a salvar la relación con el hermano, sin buscar su desprestigio o su condena, sino únicamente el bien. Sorprendentemente, Jesús indica que es «el ofendido» el que ha de tomar la iniciativa para facilitar la reconciliación.
 
   Todos cometemos fallos y equivocaciones. Todos tenemos momentos malos y necesitamos poder empezar de nuevo, contar con una nueva oportunidad. Hay que seguir creyendo en el amigo, en la esposa, en el compañero aunque hayamos de ser críticos para ayudarle a salir de su error. 

    PARA LA VIDA 
   Una señora tenía una sirvienta muy trabajadora, pero comprobó que cada vez que su sirvienta visitaba a su madre echaba en falta algo. La espió y encontró un cesto con azúcar, café, telas y otras baratijas escondido debajo de la cama. Cesto que llevaba a su madre. La señora no se sublevó ni reaccionó con violencia o insultos.


   Sintió compasión y con cordialidad le dijo: “Estoy segura de que su madre vive en escasez y aquí tenemos de todo. En este cesto hay azúcar, café y unas telas, déselas a su madre y dígale que le envío mis mejores saludos y deseos. La sirvienta se puso colorada y balbuceó un tímido gracias. Nunca más la señora echó nada en falta. La corrección surtió su efecto y las dos convivieron en paz y sin sospechas durante largos años. 

   “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos”. La palabra pecado, ayer tan presente en nuestras vidas, hoy, ha perdido contenido y se ha secularizado. Ya no hay que dar cuentas a nadie, ni a Dios ni a los demás y mucho menos al cura. El pecado existe y es un gran mal. A nosotros nos toca eliminar sus efectos y sanar al pecador. Tarea difícil en este tiempo de un individualismo feroz, pero hay que intentarlo y de una manera especial entre nosotros, los seguidores de Jesús, la Iglesia de Jesús. “Si hace caso, has salvado a tu hermano”. “Existimos desde un diálogo”.