28° Domingo del Tiempo Ordinario, 14 Octubre 2018, Ciclo B


San Marcos 10,17-30

Maestro, ¿Qué Tengo Que Hacer Para Ser Bueno?


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Los Mandamientos: son el camino de la salvación. El punto de referencia esencial para vivir en el amor, para distinguir claramente entre el bien y el mal, y construir un proyecto de vida sólido y duradero. Jesús nos pregunta si conocemos los mandamientos pero ante todo si los vivimos, si nos preocupamos de nuestra conciencia según la ley divina y si los ponemos en práctica.
  2. La Riqueza: en el joven del evangelio podemos ver una situación muy parecida a la de cada uno de nosotros. También nosotros somos ricos de cualidades, de energías, de sueños, de esperanzas: ¡recursos que tenemos en abundancia! nuestra misma edad constituye una gran riqueza, no sólo para nosotros, sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo. ¿Qué estamos dando a los demás?
  3. El Amor: la vocación cristiana nace de una propuesta de amor del Señor, y sólo puede realizarse gracias a una respuesta de amor: «Jesús invita a sus discípulos a la entrega total de su vida, sin interés humano, con una confianza sin reservas en Dios.
  4. El Desprendimiento: Jesús nos llama a ser desprendidos y, en definitiva, nos llama a vivir desde la fe en su persona, porque teniéndolo a él, lo tenemos todo. El joven rico que se encuentra con Jesús es un hombre honesto que nunca ha dejado de cumplir los mandamientos de Dios. Para seguir a Cristo, solo le falta una cosa: salir de su individualismo, desprenderse de algo, aprender a compartir lo suyo con los más pobres y necesitados y así ganarse un tesoro en el cielo. 

REFLEXIÓN 

   El texto del evangelio nos presenta a un personaje anónimo que se acerca a Jesús con el deseo de heredar la vida eterna (Mc 10,17-30). Es como la parábola de tres fracasos que marcan su existencia: el de la riqueza, el de la bondad y el del amor. 

   Se dice que este personaje “era muy rico”. Pero Jesús trata de ayudarle a entender que no es tan rico cómo parece. “Una cosa te falta”. Tiene todo, pero le falta el verdadero tesoro, que solo puede ser alcanzado desprendiéndose de todo.
   Los bienes más importantes no son los tesoros materiales, sino el amor al bien y a la verdad. Quien sigue al Señor ha de aprender el valor del desprendimiento. Y ha de recordar que, junto a los bienes prometidos por el Señor, entra también la persecución. 

   El relato evangélico termina como empezó. La vida definitiva que buscaba aquel personaje rico no queda asegurada por las riquezas. Y tampoco por el cumplimiento fiel de los mandamientos. Solo puede llegar a esa vida sin ocaso quien sigue de corazón al que es el Viviente y es la Vida. 

   Señor Jesús, tú conoces bien nuestra buena voluntad y nuestro deseo de alcanzar la vida eterna. Pero conoces también que nuestro corazón aspira todavía a los bienes, honores y tesoros de este mundo. Queremos ser libres para seguirte fielmente por el camino. Líbranos de toda codicia.  Que nada nos aparte de ti. 

PARA LA VIDA
   Un sabio hindú había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo: - “La piedra!, La piedra! , Dame la piedra preciosa!” - “Qué piedra?”, preguntó el sabio. - “La otra noche se me apareció en sueños el Señor”, dijo el aldeano, “y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un sabio que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre”. 

   El sabio rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra. - “Probablemente se refería a ésta”, dijo, mientras entregaba la piedra al aldeano. “La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Por supuesto que te puedes quedar con ella”. El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante!. Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre. 

   Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sabio y le dijo: - Quiero que me des algo más. Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante. El hombre de esta historia refleja nuestra sociedad, nos refleja a nosotros. Queremos vivir una fe que no nos comprometa a nada más que a cumplir los mandamientos, una fe exterior a nosotros, que no nos toque la cartera ni la cuenta del banco.