31° Domingo del Tiempo Ordinario, 4 Noviembre 2018, Ciclo B


San Marcos 12, 28b-34 

Amar a Dios y al Prójimo…


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

NO SE GRABÓ

  1. Lo Primero: Jesús no duda. Lo primero de todo es amar. No hay nada mayor que amar a Dios con todo el corazón y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. La última palabra la tiene siempre el amor, porque esa fue la primera y última palabra de Dios. Está claro. El amor es lo que verdaderamente justifica nuestra existencia. La savia de la vida. El secreto último de nuestra felicidad. La clave de nuestra vida personal y social. San Pablo dirá que si no tengo amor, nada sirve.
  2. El Amor: casi nadie piensa que el amor es algo que hay que ir aprendiendo poco a poco a lo largo de la vida. Para Jesús, el amor es la fuerza que mueve y hace crecer la vida pues nos puede liberar de la soledad y la separación para hacernos entrar en la comunión con Dios y con los otros. Amar exige aprender a perdonar.
  3. Escuhar: será necesario para poder cumplir lo que Dios nos pide, pero la oración en escucha se hace particularmente importante cuando las “circunstancias” se vuelven especialmente difíciles en nuestro amor a Dios y al prójimo, y requerimos gracias especiales de Sabiduría y Fortaleza del Espíritu Santo.
  4. El Prójimo: Jesús nos manda que amemos al prójimo como a uno mismo, ni más que a uno mismo, ni menos tampoco. De aquí se deduce que nos manda también amarnos a nosotros mismos, pues todos somos igualmente obra de las manos de Dios y criaturas suyas, amadas por Él. Si tenemos como regla de vida el amor a Dios y al prójimo «No estaremos lejos del Reino de Dios». Amor a Dios y al prójimo son las dos caras del único amor de Dios. Él es su fuente y su fin.

REFLEXIÓN 

   Para Jesús, el amor es la fuerza que mueve y hace crecer la vida pues nos puede liberar de la soledad y la separación para hacernos entrar en la comunión con Dios y con los otros. Pero, concretamente, ese "amar al prójimo como a uno mismo" requiere un verdadero aprendizaje, siempre posible para quien tiene a Jesús como Maestro. La primera tarea es aprender a escuchar al otro. Tratar de comprender lo que ocurre en su intimidad. Sin esa escucha sincera de sus sufrimientos, necesidades y aspiraciones no es posible el verdadero amor.

   Lo segundo es aprender a dar. No hay amor allí donde no hay entrega generosa, donación desinteresada, regalo. El amor es todo lo contrario a acaparar, apropiarse del otro, utilizarlo, aprovecharse de él.

   Por último, amar exige aprender a perdonar. Aceptar al otro con sus debilidades y su mediocridad. No retirar rápidamente la amistad o el amor. Ofrecer una y otra vez la posibilidad del reencuentro. Devolver bien por mal.

   Necesitamos amar a Dios, con todas nuestras fuerzas, para poder amar al prójimo como nosotros nos amamos; de hecho, y tal es la experiencia cotidiana, cuanto menos amamos a Dios tanto más odiamos a quienes nos están cercanos; el amor a nuestro prójimo es la medida de nuestro amor a Dios. 

PARA LA VIDA
   Se cuenta de un esposo que tenía problemas con su mujer. Acudió a uno de los sabios preguntándole ¿qué podría hacer para salvar su matrimonio? El sabio le dice: “Durante un mes escucha todas las palabras de tu mujer”. Pasado el mes volvió. “He escuchado atentamente todas las palabras de mi esposa”. Pues ahora, le dice el sabio, vete y “durante un mes escucha las palabras que tu esposa no te dice”. Escuchar lo que se nos dice y escuchar los silencios.

   Escuchar la Palabra de Dios y escuchar los silencios de Dios. Dios es palabra. El hombre es escucha. Y sólo podrá hablar cuando haya escuchado. “Amarás a Dios con todo tu ser”. Amar más allá de los sentimientos. Hay que amar con la mente, con el corazón, con el ser entero. No se ama solo con los labios. Ni con los abrazos. Ni con el cuerpo, si antes no amamos con nuestra mente, valorando y estimando a Dios, como “el único Señor”.

   No se ama a Dios cuando en el corazón llevamos otras divinidades escondidas. Amar a Dios escuchándole con la mente. Amar a Dios escuchándole con el corazón. Amar a Dios escuchándole con todo nuestro ser. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Eso sí, cuando digas que amas a Dios, primero pregúntate cuanto amas a tu hermano. Es muy fácil amar lo que no se ve. El problema es amar al hermano que vemos. Siempre es más fácil amar a los que tenemos lejos. El problema es amar lo que tenemos al lado. Lo difícil es amar al que cada día tengo a mi lado.