“ Con Nuestra Cruz…Discípulos de Jesús”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1. Escuchar: Dios habla al hombre y éste le escucha; Dios ofrece al hombre y éste acepta; Dios dirige al hombre y éste obedece. El que escucha, acepta y obedece alcanza la "sabiduría". Cristo es la revelación del Padre. El Espíritu, su don más precioso. Él conduce al hombre a la verdad completa. En él vemos, sentimos y queremos como Dios ve, siente y quiere. El hombre toca en él a Dios.2. La Vida: pasa como un soplo, como un suspiro. El hombre, que reconoce sus limitaciones, posee un corazón sensato. Sabe mantenerse en su debido puesto. Conviene repasar nuestros años para adquirir sensatez y "sabiduría". Nos obligará a recurrir a Dios, fuente de bien y de paz.3. La Fraternidad: en las relaciones personales humanas no hay señor ni hay esclavo: son hermanos. La realidad ha cambiado. Por el contrario, sin Dios en Cristo no hay hermandad posible. Somos hermanos y, como hermanos, debemos comportarnos.4. El Discípulo: Aquel que tiene a Jesús en su corazón, y sigue a Cristo con un estilo de vida propio del Señor. Y cumplen con las siguientes condiciones:
-Renuncia, Uno no puede acompañar a Cristo en la predicación del Evangelio y permanecer "pegado" a las cosas del mundo.-Dar la vida, El servicio al Evangelio exige tal dedicación y entrega que llena la propia vida. Hasta la vida hay que ofrecer, si el Evangelio lo requiere. Las exigencias del Evangelio superan las exigencias de la vida.-La cruz, llevar la cruz de Cristo; no de títulos, sino de servicio pleno; no de ganancias. sino de entrega total.
5. El Llamado: Jesucristo toca nuestro corazón con el fin de alcanzar su verdadera altura y medida. Cristo quiere que nuestra vida gire en torno a Él, que le entreguemos nuestros corazones, prioridades, dolores, decisiones y seres queridos pues no hay lugar más seguro que su corazón.
REFLEXIÓN
La liturgia de este domingo nos invita a tomar conciencia de cuán exigente es el camino del “Reino”. Optar por el “Reino” no es escoger un camino de facilidad, sino aceptar recorrer un camino de renuncia y de entrega de la vida.
La primera Lectura recuerda a todos aquellos que no consiguen decidirse por el “Reino” . Sólo en Dios es posible encontrar la verdadera felicidad y el sentido de la vida. Aunque exigente, el camino “Reino” conduce a la felicidad plena.
La segunda lectura recuerda que el amor es el valor fundamental, para todos los que aceptan la dinámica del “Reino”; sólo él permite descubrir la igualdad de todos los hombres, hijos del mismo Padre y hermanos en Cristo. Aceptar vivir en la lógica del “Reino” es reconocer en cada hombre a un hermano y actuar en consecuencia.
En el Evangelio es, sobre todo donde se trazan las coordenadas del “camino del discípulo”: es un camino en el que el “Reino” debe tener la primacía sobre las personas que amamos, sobre nuestros bienes, sobre nuestros propios intereses y esquemas personales. Quien toma contacto con esta propuesta tiene que pensar seriamente si quiere acoger, si tiene fuerzas para seguir. Jesús no admite medias tintas: o se acepta el “Reino” y se embarca en esa aventura a tiempo completo y “a fondo perdido”, o no vale la pena comenzar algo que no se va a llevar a efecto.
El fundamento de nuestro edificio espiritual ha de ser: conversión, resolución y formación; por su parte, el combate se hace cada vez más evidente, pero se necesita inteligencia espiritual porque hay que saber escoger las batallas. La victoria sin embargo es incomparable: la amistad con Cristo, la paz del corazón, la verdadera e imperecedera luz.
PARA LA VIDA
En el verano de 1998 un hombre que vivía en Amsterdam fue a confesarse con su párroco. “Padre, este es mi pecado: Durante la segunda guerra mundial di refugio a un judío muy rico para salvarle la vida de los Nazis. El padre le dijo que había hecho una acción que exigía mucha generosidad y valentía y le preguntó: ¿por qué cree que ha cometido un pecado? “Padre, le exigí que tenía que pagarme 20 gulden por cada semana que estuviera en mi casa”.
La verdad es que no debería sentirse muy orgulloso, pero lo hizo por una buena causa, le dijo el padre. “Gracias, Padre, por su comprensión, pero tengo una pregunta más que hacerle. ¿Tengo que decirle al judío que la guerra ya ha terminado? - Ser cristiano tiene un precio. Nuestro hombre quiso hacer el bien, pero no al estilo de Jesús sino al estilo de los hombres, es decir, sin renunciar a la avaricia, sin sacrificar nada, haciéndose unas rebajas, queriendo servir a dos señores.
Las celebridades de este mundo se contentan con los aplausos y los halagos de sus seguidores. Eso es muy barato. Jesús pone condiciones que, a muchos, asustan. Ser seguidor de Jesús, ser cristiano, seguir el camino, tiene precio de eternidad. En la vida cotidiana decimos: Mi familia, mi dinero, mis bienes, mi país. Todo gira en torno a mí, a mi libertad, a mi elección. Somos poseídos por el yo. Jesús nos pide relativizar todo lo que es pasajero y adherirnos a lo que es eterno.