25° Domingo del Tiempo Ordinario, 22 de Septiembre de 2019, Ciclo C


San Lucas 16, 1 – 13

 La Verdadera Riqueza” 
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Las Riquezas: una cosa es tener medios suficientes o abundantes para vivir y otra es acumular para dominar. El dinero, que es necesario, puede pervertirse en un fin en sí mismo, queriendo ocupar el lugar de Dios; como si él pudiera salvar. sólo Dios salva; el dinero no puede salvar. Solo a Dios se le puede adorar. No se puede servir a dos señores.

2.-El Mal: es detestable y que, aunque se pueda engañar a mucha gente, nunca se podrá escapar de los ojos de Aquel que todo lo ve. “Los hijos de este mundo son más sagaces, más hábiles con su propia gente que los hijos de la luz”. Los hijos de este mundo, en circunstancias adversas, ponen inmediatamente en juego todas sus capacidades para salir de la situación en forma ventajosa.

3.-La Oración: La luz y la fuerza para trabajar por la verdadera Riqueza del hombre se le ofrece al cristiano de la mano de la oración. En la oración es más fácil entender que la riqueza del hombre consiste en la riqueza de su fe. Es efectivamente en el horno de la oración donde se cuece diariamente el pan de la fe y de la solidaridad fraterna.

4.- La Felicidad: no es algo que se alcanza poseyendo cosas y más cosas, sino algo que se comienza a intuir y experimentar cuando nuestro corazón se va liberando de tantas ataduras y esclavitudes.

5.-La Dignidad: con la que somos ungidos con el trabajo honesto, no con el soborno, ni con la adicción a la astucia mundana. Cuando leemos en los periódicos o vemos en el televisor a uno que escribe o habla de la corrupción, tal vez pensamos que la corrupción es una palabra. “La corrupción consiste en no ganar el pan con dignidad”.

REFLEXIÓN

La liturgia nos sugiere, hoy, una reflexión sobre el lugar que el dinero y los otros bienes materiales ocupan en nuestra vida. De acuerdo con la Palabra de Dios que se nos propone, los discípulos de Jesús deben evitar que la ganancia o el deseo inmoderado de lucro manipulen sus vidas y condicionen sus opciones; en contrapartida, son invitados a buscar los valores del “Reino”.

En la primera lectura, el profeta Amós denuncia a los comerciantes sin escrúpulos, preocupados por ampliar siempre más sus riquezas, pensando únicamente en explotar la miseria y el sufrimiento de los pobres. Amós avisa: Dios no está del lado de quien, a causa de su obsesión por el lucro, esclaviza a los hermanos. La explotación y la injusticia no son admisibles a los ojos de Dios.
En la segunda lectura, San Pablo invita a los creyentes a hacer de su diálogo con Dios una oración universal, donde quepan las preocupaciones y las angustias de todos nuestros hermanos, sin excepción. El tema no se une, directamente, con la cuestión de la riqueza (que es el tema fundamental de la liturgia de este domingo), pero la invitación a no quedarse cerrado en sí mismo y a preocuparse por los dolores y las esperanzas de los hermanos, nos sitúa en el mismo campo: el discípulo está invitado a salir de su egoísmo para asumir los valores duraderos del amor, del compartir, de la fraternidad.

El Evangelio presenta la parábola del administrador astuto. En ella, Jesús ofrece a los discípulos el ejemplo de un hombre que comprendió que los bienes de este mundo eran caducos y precarios, utilizándolos para asegurarse valores más duraderos y consistentes. Jesús avisa a sus discípulos para que hagan lo mismo.
La gran lección de Jesús es decirnos que el dinero -aunque sea necesario para vivir- siempre incluye el peligro de esclavizar, de hacernos egoístas, de cerrarnos a los demás y de obsesionarnos.

PARA LA VIDA

 John Wesley en su primer año de profesor de la Universidad de Oxford ganaba 30 Libras, un buen sueldo en el año 1700. Para vivir necesitaba 28 Libras, las dos que le sobraban las daba a los pobres. Su sueldo aumentaba cada año, pero sus gastos seguían siendo los mismos, 28 Libras. Así cuando ganaba 60, daba 32. Cuando le subieron el sueldo a 90, daba 62. Cuando ganó 120, 90 eran para los necesitados. Cuando llegó a ganar 1400, se desprendió de 1372. Hizo esto durante toda su vida. He ahí un hombre que vivía su fe.

En nuestros días los filántropos Warren Buffet y Bill Gates en su afán por incrementar las donaciones para la caridad predican los mismos principios: “Decidan no lo que pueden dar sino lo que necesitan para vivir y luego den todo lo demás”.

Por el contrario, muchos personajes de hoy, presumen en sus negocios, satisfechos con el dinero al que rezan veinte veces al día, al que dedican todo su tiempo y su astucia. Ya han hecho su elección: al negocio de la salvación y a su Salvador le dedican poco tiempo y poca astucia. Es un negocio que no les interesa ni se dejan incomodar por él. Sin embargo es el único negocio en el que está en juego nuestra salvación, y las arras se dan en esta tierra, a los más pobres.