La Sagrada Familia de Jesús, María y José, 30 de Dic 2022, Ciclo A

San Mateo 2, 7 - 15 . 19 - 23

Toma al Niño y a su Madre y Huye a Egipto

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Sagrada Familia  la fiesta de hoy nos invita a contemplar la Sagrada Familia de José, María y Jesús, y a admirar su armonioso entendimiento y su perfecto amor. A la luz de ese modelo podemos comprender mejor el valor de la institución familiar y la importancia de su serena convivencia.

2.- Vocación de la Familia: la familia es una vocación al amor, una comunidad de personas llamadas a vivir una experiencia específica de comunión (cf. Familiaris consortio, 21) dentro del vasto designio de unidad, que Dios estableció para la Iglesia y el mundo, y que tiene su modelo y su fuente en la comunión trinitaria.

3.- El Hijo: se hizo sacerdote en la Encarnación, pero precisamente en virtud de ese ministerio tuvo necesidad de una educación familiar. Jesús obedecía a María y a José: "Vivía sujeto a ellos", dice el Evangelio (Lc 2, 51). Esta sumisión contribuía a la unión del Niño con sus padres y al clima de perfecto entendimiento que reinaba en la casa de Nazaret. La educación recibida en familia preparó de hecho a Jesús para la misión que debía realizar en la tierra, según la revelación del ángel en el momento de la Anunciación.

4.- La Madre de Dios: Reina de la familia, título con el que podríamos de ahora en adelante invocarla en las letanías lauretanas, ayude a las familias de los creyentes a responder cada vez más fielmente a su vocación a fin de que lleguen a ser auténticas iglesias domésticas.

5.- José Padre: como padres de Jesús, en su vida diaria y oculta en Nazaret. Ellos, José y María se limitaban a guardar todo en su corazón, es decir, a aceptar la voluntad de Dios, a amar al niño, y a considerarse simples colaboradores de Dios en sus designios inescrutables. 

   Tanto José como María ya sabían bastante de esto: José ya había sabido guardar un asombroso silencio cuando vio que su prometida estaba embarazada antes de vivir con él y María había sabido aceptar, con profunda humildad, las palabras del ángel, antes de la concepción virginal de su hijo. 

   El profundo respeto que José había tenido ante el comportamiento extraño de María y el profundísimo respeto que José y María demostraron ante el comportamiento extrañísimo del niño en esta ocasión, son un ejemplo admirable para muchísimas familias de nuestro tiempo que pasan por momentos de convivencia complicada y difícil. El respeto entre todos los miembros de la familia es un magnífico mensaje que nos envía hoy a las familias de nuestro tiempo esta fiesta de la Sagrada familia. 

REFLEXIÓN

   La liturgia de este domingo nos propone a la familia de Jesús, como ejemplo y modelo para nuestras comunidades familiares. Las lecturas ofrecen indicaciones prácticas para ayudarnos a construir familias felices, que sean espacios de encuentro, lugares para el compartir , para la fraternidad, para el amor verdadero.

   La primera lectura presenta, de forma muy práctica, algunas actitudes que los hijos deben tener para con los padres. Es una forma de concretar ese amor del que habla la segunda lectura.

   La segunda lectura subraya la dimensión del amor que debe brotar de las acciones de aquellos que viven “en Cristo” y aceptan ser “Hombres Nuevos”. Ese amor debe alcanzar, de forma muy especial, a todos los que comparten con nosotros el espacio familiar y debe traducirse en determinadas actitudes de comprensión, bondad, respeto, solidaridad, servicio.

   El Evangelio presenta una catequesis sobre Jesús y la misión que el Padre le confió; pero, sobre todo, nos propone el marco de una familia ejemplar, la familia de Nazaret. En ese escenario hay dos ejes que puestos de relieve: se trata de una familia donde existe verdadero amor y verdadera solidaridad entre sus miembros; y se trata de una familia que escucha a Dios y que sigue, con absoluta confianza, los caminos propuestos por Él.

   Nazaret es la primera escuela de amor, donde empieza a entenderse la vida de Jesús. El contempló la actitud de sus padres y lo asumió. Hoy día la familia sigue siendo la primera escuela, donde el niño se impregna de los auténticos valores. Los niños son esponjas, que observan e imitan lo que hacen los padres. La familia, iglesia doméstica, es la primera escuela de educación en la fe, es donde se asume la actitud ante la sociedad y el prójimo. 

   Los hijos, han subrayado recientemente los obispos españoles, "aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelación de un padre y una madre llenos de atenciones.

PARA LA VIDA

   Mi hijo hace poco llegó a este mundo, de manera normal. Pero yo tenía que trabajar, tenía tantos compromisos.  Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba. Comenzó a hablar cuando yo no estaba. Mi hijo, a medida que crecía, me decía: "Papi, algún día seré como tú ¿Cuándo regresas a casa, papi?" -"No lo sé, pero cuando regrese jugaremos juntos... ya lo verás". Cuando mi hijo cumplió los diez años me dijo: "Gracias por la pelota papá, ¿quieres jugar conmigo? -"Hoy no, hijo; tengo mucho que hacer" -"Esta bien papá, otro día será". Se fue sonriendo y siempre en sus labios las palabras: "Yo quiero ser como tú. ¿Cuándo regresas a casa, papá? -"No lo sé, pero cuando regrese jugaremos juntos... ya lo verás" Mi hijo regresó de la universidad el otro día, hecho todo un hombre. "Hijito, estoy muy orgulloso de ti. 

   Siéntate y hablemos un poco de tu vida". -"Hoy no, papá, tengo compromisos... por favor préstame el auto para ir a visitar a unos amigos". Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llamé: "Hola hijo, quiero verte" -"Me encantaría papá, pero es que no tengo tiempo... tú sabes, el trabajo, los niños... pero gracias por llamar, fue increíble escuchar tu voz."  Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo había cumplido su deseo: era exactamente como yo. Y ahora lamento profundamente no haberle entregado mi tiempo cuando él lo necesitaba. Pero ya es demasiado tarde.

   Y por eso debemos dedicarle todo la atención y todo nuestro mejor tiempo, no nos vaya a pasar como al padre del cuento que, tarde, se dio cuenta de que no había puesto a su familia y a su hijo en los primeros puestos de su jerarquía de prioridades. Y es que la familia es la  primera comunidad donde se viven y se aprenden los principales valores de la vida, pero una familia que debe ser no sólo grupo, sino hogar, vivencia concreta del amor dado y recibido, preparación para vivir en sociedad en clave de respeto, tolerancia, solidaridad y responsabilidad. 

   Y si Dios está en medio, como lo estuvo entre José, María y Jesús, y como debería estarlo en toda familia que se declare cristiana, sin duda que esos valores se acentuarán y serán beneficiosos para la Iglesia y la sociedad en general. Revisemos hoy nuestra propia familia. ¿Es comunidad de amor? ¿Se cultiva el respeto, la generosidad, la solidaridad, el sacrificio por los demás, la alegría del tiempo compartido gratuitamente?. ¿Se vive y se educa en ella la fe? ¿Hay una autoridad que es ante todo signo de unidad y de feliz convivencia y no de imposición despótica? ¿Hay verdadero diálogo y consenso y participación de todos?.