San Mateo 3, 13-17
- El Bautismo: con el bautismo de Jesús, Dios se une a la marcha peregrina de la humanidad hacia la casa del Padre. Nuestro bautismo nos marca como miembros del Reino de Dios. Nos hace propiedad de Dios. El bautismo nos fortalece con la gracia de Cristo a lo largo de la vida; es el paso a una vida nueva, nos hace hijos de Dios y miembros de la familia de Jesús que es la Iglesia.
- La Trinidad: El Espíritu desciende sobre Jesús, el Padre habla al Hijo. En Jesús, los bautizados somos también los amados del Padre, los predilectos de su Hijo, y a quienes guía el Espíritu Santo. Somos fruto de la Trinidad.
- El Padre: la voz del cielo es una confirmación de una especial relación entre Jesús y el Padre. La "complacencia" del Padre que Jesús recibe en el Espíritu Santo lo acompañará siempre en el caminar terreno, haciéndolo constantemente consciente del amor gozoso de Aquel que lo ha enviado al mundo.
- El Hijo: "Mi Hijo el predilecto, el amado": Y todos los bautizados en el nombre de Jesús, somos, igualmente amados del Padre; hijos en su Hijo y herederos del Reino.
- El Espíritu: Jesús sale del agua del río e inmediatamente después, abiertos los cielos, "desciende" el Espíritu y se posa sobre él. A todo bautizado, lo guiará el mismo Espíritu.
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Al nacer el niño, todos reunidos, le cantan al niño su canción. Cuando el niño empieza su educación, la adolescencia y cuando se casa le cantan también su canción.
El día del bautismo es el día de nuestra concepción. El día en que Dios nuestro Padre nos cantó su canción: Tú eres mi hijo, el amado, mi predilecto.