- La Puerta: Cristo es el Mediador único por el que pueden salvarse los hombres, en virtud de su muerte y resurrección: "Tenemos entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús; contamos con el camino nuevo y vivo que Él ha inaugurado para nosotros a través su carne". Es, pues, la misma humanidad pascual de Cristo la que se ha convertido en puerta de acceso al cielo, a los bienes de la salvación, a "los pastos", a "la vida abundante".
- El Pastor: antes de subir al Padre, Cristo resucitado confió a unos hombres su misma misión pastoral, "caminando delante de las ovejas", "dejándoles un ejemplo", su humilde servicio, su entrega a la muerte, que hizo de Él "Pastor Supremo" y "Pastor auténtico", para que su obra salvadora se hiciera eficazmente presente para todas las generaciones. Cristo sigue siendo el Pastor único y auténtico y presente en su Iglesia a través de la actividad ministerial de sus representantes.
- Las Ovejas: "Ellas atienden su voz, Él va llamando por el nombre a sus ovejas". Las ovejas hacen uso de la puerta, es decir, los que aceptan a Jesús, están a salvo, gozan de plena libertad y tienen abundancia de Vida eterna.
En el Evangelio de hoy, Jesús se describe como la puerta para las ovejas. Reconocen su voz y lo siguen donde quiera que vaya. El destino hacia el cual Jesús conduce a sus ovejas es, por supuesto, nuestro hogar celestial.
¡Oh Dios! de bondad, nos llamas por nuestro nombre y nos das vida. Por el bautismo nos envías a proclamar la Buena Nueva. Bendice y fortalece a todos los hombres y mujeres, laicos y ordenados, quienes sirven en la Iglesia. Guía y da sabiduría a los que tratan de discernir su vocación.
Enriquece nuestra Iglesia con personas dedicadas al matrimonio y a la vida célibe, con sacerdotes, religiosos y diáconos. Que llenos de alegría y de tu Espíritu Santo podamos seguir a Jesús, nuestro Buen Pastor, ahora y siempre. Amén.
PARA LA VIDA
Después de una copiosa cena en una de esas grandiosas mansiones de Hollywood, un famoso actor entretenía a los convidados recitando pasajes famosos de las obras de Shakespeare. Al final aceptó una última petición.
Un tímido y anciano sacerdote le preguntó si conocía el salmo 23. Sí, lo conozco y lo recitaré con una condición, que cuando yo termine de recitarlo, recite usted el mismo salmo. El sacerdote un tanto embarazado aceptó el reto.
El actor lo dijo maravillosamente y le aplaudieron entusiasmados. El sacerdote se levantó y dijo las mismas palabras pero esta vez no hubo aplausos, sólo un silencio contenido y alguna lágrima.
El actor saboreó el silencio durante unos momentos y se levantó. Señoras y señores espero hayan comprendido lo que acaba de suceder aquí. Yo conozco las palabras del salmo pero este sacerdote conoce al Pastor.