La Divina Misericordia y Beatificación Juan Pablo II

San Juan 20, 19-31

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( La Divina Misericordia )

  • La Pascua: Es y significa Victoria. Cada vez que conseguimos una Victoria y superamos un obstáculo y pasamos del mal al Bien, celebramos la Pascua.
  • El Trabajo: En este domingo, primero de mayo, la Iglesia también celebra, felicita y agradece en la fiesta de San José Obrero, a todos los trabajadores.
  • La Divina Misericordia: hoy es el Domingo de la Misericordia que Jesús nos regala dando su vida en la Cruz y perdonando nuestros pecados por la Gracia de su Resurrección. En este día la Iglesia se engalana con la Beatificación del Papa Juan Pablo II, quien experimentó la Misericordia de Dios y la comunicó entrañablemente a todo el mundo durante su pontificado. Bendito sea Dios por este inmenso regalo que nos da.
  • Paz: En la última noche que Jesús pasa con sus discípulos les dice: “mi paz os dejo, mi paz os doy. Mi paz no es como la del mundo. No os inquietéis, ni os contristéis. No tengáis miedo”. La paz que reciben del Resucitado les quita el miedo y les llena el cuerpo y el Espíritu de fortaleza y valentía interior y exterior.
  • La Fe: “Bienaventurados los que, sin ver, creen”, dijo Jesucristo a Santo Tomás Apóstol, quien no quería creer que Cristo había resucitado, porque no lo había visto. La Fe es la virtud sobre la cual se funda la Esperanza.
  • Beatificación de Juan Pablo II. En esta clave pascual, viene muy bien recordar sus primeras palabras como Papa en la inauguración de su pontificado, que sigue siendo tan evangélicas y tan necesarias: “No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo”. Aquella noche y hoy vemos a Jesús abriendo las puertas de nuestro corazón y queriendo entrar hasta el fondo, para transformar nuestras vidas, para convertirnos en personas nuevas, es decir, resucitadas.
  • REFLEXIÓN

    En el evangelio de hoy encontramos un cenáculo y una puerta cerrada. Una puerta cerrada por temor a alguien es una historia de todos los días, anticipada en el siervo de la parábola que entierra el talento por miedo a perderlo. Afortunadamente, al Señor no le importan nada nuestros cerrojos. Él entra y sale según lo quiera nuestro corazón. Camina o se detiene, trabaja y descansa, habla o se calla, sin que le importen nuestros temores.

    UN EJEMPLO DE MISERICORDIA

    Una madre solicitó a Napoleón el perdón de su hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía el hombre y que la justicia exigía su ejecución. "No pido justicia", dijo la madre, "pido misericordia". "Pero señora", respondió el emperador,"no merece misericordia alguna". "Su excelencia", prosiguió la madre, "si se la mereciera, no sería misericordia, y misericordia es todo lo que le pido". "Muy bien", dijo el emperador, "tendré misericordia". Y así se salvó la vida de su hijo.