- El Campo: el campo de la siembra es el mundo. En ese terreno amplio y a campo abierto, sembró Dios su infinito Amor desde el comienzo de la creación. Ya al principio su semilla cayó generosa. Sin embargo, la tierra no siempre respondió. Dios quiso al hombre libre y capaz de optar por el bien o por el mal. Y el hombre optó por el mal. Por eso, junto al buen trigo, creció la cizaña o la mala hierba. Junto al bien se cuela el mal.
- La Cizaña: lo que nos separa de Dios. Lo que nos quiere hacer caer cada día. Es aquello que nos ahoga e impide crecer como cristianos y también, por qué no decirlo, como personas. Estamos tan habituados a vivir entre cizaña que, a duras penas, podemos distinguir el bien del mal, entre lo que es fruto y la simple hojarasca, entre lo que es trigo y la mala hierba.
- La Pequeñez: las parábolas de la mostaza y de la levadura llevan consigo la idea de lo pequeño que puede más que lo grande y del crecimiento “del interior al exterior”, “de abajo a arriba” y sin espectáculo alguno, en silencio, como crece el trigo, como fermenta la harina para ser pan. La semillita que se hace arbusto, la levadura que fermenta la masa. Es el Reino en nosotros y somos nosotros en la humanidad. La Palabra germina en nosotros y al final toda nuestra vida se convierte en Reino.
REFLEXIÓN
La parábola del sembrador, la cizaña, la mostaza, la levadura, el árbol con sus frutos, la higuera, la mies que ya amarillea, la vid... Jesús habla del Reino con parábolas alusivas al campo. Son las parábolas del crecimiento de algo pequeño e insignificante, que se va haciendo irresistiblemente grande, que crece de dentro a fuera, que va camino de la madurez...
Jesús habla del Reino como de una VIDA QUE CRECE. La semillita que se hace arbusto, la levadura que fermenta la masa. Así es el Reino en nosotros y somos nosotros en la humanidad. La Palabra germina en nosotros y al final toda nuestra vida se convierte en Reino. Decía Teresita del Niño Jesús que Dios no necesita grandes obras, sino nuestro pequeño amor.
PARA LA VIDA