- El Pan: Jesús nos da a comer su propia carne inmolada en la cruz para que «vivamos para siempre». Si nos tomamos en serio estas palabras, descubrimos que la carne de Jesús inmolada en la cruz se convierte en la comunión eucarística en la unión profunda de vida con él. Uniéndose a nosotros, a nuestra debilidad, Jesús se transforma en nuestro pan. Quien come su cuerpo vive en Cristo y es transformado en una realidad eterna y desde ahora vive ya la vida eterna, que es propia de Dios.
- La Carne:La palabra "carne" designa todo lo que constituye la realidad del hombre con sus posibilidades y debilidades. Insiste sobre todo en el valor salvífico de la encarnación. No hay posibilidad de fe más que a partir de Jesús. De un modo u otro hay que llegar a "comprender", a amar a este Jesús que posibilita el acceso a Dios.
- LA EUCARISTÍA: La Eucaristía proporciona una comunión real de vida y de destino con la persona de Jesús. Lo acentúa nuestro texto de varias maneras: el cuerpo de Jesús nos hace participar en la resurrección, nos hace vivir "por Cristo", que es vida "para siempre". Ello hay que entenderlo no de una manera mágica, sino como una comunión auténticamente personal. Comunión de Cris to con el Padre, del discípulo con Cristo y del creyente con el Padre y con Cristo.
REFLEXIÓN
La condición que Jesús pone para permanecer en Él y para tener Vida Eterna es la de comer su Pan y beber su Sangre. Comer de este Pan que Jesús ofrece es una condición decisiva, comerlo es vivir eternamente; al no comerlo no se acepta tener vida con él. Desde nuestra experiencia vital esto es clarísimo. El que no come muere de hambre, y el que come poco está desnutrido, débil y sin fuerzas. Quien come el Pan de vida, que es Jesús, vivirá para siempre.
PARA LA VIDA
Una familia del este de Europa decidió emigrar a América. Sus familiares y amigos se reunieron para despedirles y como regalo de despedida les dieron pan y queso. La familia reunió pan y queso suficientes para que les durara durante toda la travesía. Viajaron en un viejo barco de vapor recluidos en su camarote durante todo el viaje para no malgastar sus pocos ahorros. Todas sus comidas consistían en pan y queso.
La víspera del desembarco, el más pequeño de los hijos, un muchacho de nueve años, suplicó insistentemente a su padre que le dejara salir para comprarse una manzana, estaba ya enfermo de tanto pan y queso. El padre de mala gana, le dio unos céntimos para que subiera a cubierta y se comprara la manzana.
El muchacho salió, el tiempo pasaba y no regresaba, su padre preocupado por la tardanza fue en su búsqueda. Lo buscó en el comedor del barco y cual no fue su sorpresa al verle comiendo una cena suculenta. Pensando en el gasto, se indignó y empezó a regañarle. El muchacho se levantó y le dijo: "Papá es todo gratis. Lo podíamos haber comido todos los días. La comida está incluida en el pasaje".