20° Domingo del tiempo Ordinario, 14 de Agosto de 2011

San Mateo 15, 21-28


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( Fe y Oración Perseverante
)

1. La Oración: con la oración, Dios hace que se haga más grande nuestro anhelo de encontrarnos con Dios. Sumergidos de lleno en este tiempo litúrgico, el evangelio de este día – la madre que pide insistentemente a Jesús- nos alecciona sobre la insistencia en la oración y súplica: “Señor, socórreme”. Hay pocas oraciones tan breves como ésta, en la que una madre intercede por su hija. En ella se cruzan dos direcciones: la súplica revela a la vez su amor maternal hacia la hija y, ante todo, su confianza hacia el Señor.

2. La Fe: cuando es sólida y se une a la oración perseverante, tiene buen fin. Todos, incluidos los que venimos domingo tras domingo a la eucaristía, necesitamos imitar el corazón de la cananea. Un corazón que sea capaz de contemplar la presencia de Jesús. De intuir que, en la Palabra que se escucha y en el pan que se come, podemos alcanzar la salud espiritual y material para nuestro existir. La fe no es sólo la aceptación de una verdad. Es, sobre todo, la confianza en el poder y la bondad de Dios. En este caso, la fe se identifica con el reconocimiento de Jesús como el enviado por Dios, el médico de las almas.


REFLEXIÓN

El Evangelio que hoy se proclama nos enseña que quien desea conseguir algo importante debe ser incansable en su insistencia, en su búsqueda. Ante los ruegos de la cananea, Jesús revela su propia compasión y el núcleo de su mensaje: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.

La salvación anunciada por Jesús tiene por destinatarios a todos los hombres. Él va a enviar a sus discípulos para que anuncien el Evangelio a todas las naciones. El Redentor se ha ofrecido a su Padre, en favor de todos, especialmente a los que están perdidos, a los enfermos. Todos somos destinatarios del Evangelio, por ende, todos debemos ser misioneros de la Buena Noticia.

ORACIÓN

"Señor, nada quiero más que lo que Tú quieras. Aún lo que en estos días vengo pidiéndote, si me aparta un milímetro de la Voluntad tuya, no me lo des. Sólo quiero lo que Tú quieres y porque Tú lo quieres."

PARA LA VIDA

Érase un anciano que, todas las noches, caminaba por las calles oscuras de la ciudad con una lámpara de aceite en la mano. Una noche se encontró con un amigo que le preguntó: ¿qué haces tú, siendo ciego, con una lámpara en la mano? El ciego le respondió: “Yo no llevo una lámpara para ver. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí”…

¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás! Llevar luz y no oscuridad. Luz…demos luz. De la historia de Pedro, ciego y náufrago en la tormenta del domingo pasado a la historia de hoy, de la mujer cananea, invisible y marginada. Del grito de Pedro: “Señor, sálvame” al grito de la mujer extranjera: “Señor, socórreme”.