San Juan 1, 6-8.19.28
- La Alegría: una vida cristiana sana y plena tiene que vivirse con alegría porque Dios, fuente de todo bien, es también la fuente de la alegría y de la paz. “Estén alegres en todo tiempo”. Aquello que nos ha mantenido vivos, despiertos, en vilo, la promesa que nos ha permitido superar la dificultad, el dolor, ya está ahí, pero todavía no la vemos. La presentimos, y eso alegra nuestro corazón. Es una alegría nutrida de esperanza, abierta a la eternidad y teñida de ilusión, de amor y fe en el cotidiano vivir.
- Testigos de la Luz: en medio de la oscuridad de nuestros tiempos necesitamos «testigos de la luz». Creyentes que despierten el deseo de Jesús y hagan creíble su mensaje. Cristianos que, con su experiencia personal, su espíritu y su palabra, faciliten el encuentro con él. Los testigos de Jesús no hablan de sí mismos, su palabra más importante es siempre la que le dejan decir a Él, a través del testimonio y el amor.
REFLEXIÓN
Es bello cómo presenta el Evangelio de Juan la figura de Juan el Bautista. Es un «hombre», sin más calificativos ni precisiones. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías, ni siquiera es el Profeta que todos están esperando. Sólo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: allanad el camino al Señor».
Sin embargo se nos dice que Dios lo envía como «testigo de la luz» el testigo es como Juan: no se da importancia, no busca ser original ni llamar la atención, no trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Se ve que Dios ilumina su vida; lo irradia en su manera de vivir y de creer. El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz.
PARA PENSAR
Un día le preguntaron a un profesor: ¿cuál es el sentido de la vida? Y éste sacando del bolsillo un trozo de espejo dijo a sus alumnos. Cuando yo era pequeño me encontré un espejo roto y me quedé con este trozo y empecé a jugar con él. Era maravilloso, podía iluminar agujeros profundos y hendiduras oscuras. Podía reflejar la luz en esos lugares inaccesibles y esto se convirtió para mí en un juego fascinante.
Cuando ya me hice hombre comprendí que no era un juego de infancia sino un símbolo de lo que yo podía hacer con mi vida. Comprendí que yo no soy la luz ni la fuente de la luz. Pero supe que la luz existe y ésta sólo brillará en la oscuridad si yo la reflejo. Soy un trozo de espejo y aunque no poseo el espejo entero, con el trocito que tengo puedo reflejar luz en los corazones de los hombres y cambiar algunas cosas en sus vidas. Ese soy yo. Ese es el significado de mi vida.