San Marcos 6, 30-34
“ Ovejas sin Pastor"
- Las Ovejas Débiles: gente sola a la que nadie tiene tiempo de escuchar. Esposas y esposos que sufren impotentes y sin ayuda alguna el derrumbamiento de su amor. Seres humanos que pecamos presionados por el miedo y la inseguridad, sin el apoyo y la comprensión de nadie, acosados por el mal. Personas que sufren secretamente su incapacidad para salir de una vida indigna; alejados que desean reavivar su fe y no saben a quién acudir. Por todos ellos Jesús siente compasión.
- El Descanso: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco». La paz no es descanso en el sentido del ocio absoluto que tenemos la mayoría en estos tiempos. La paz es la serenidad que no fatiga, la limpieza interior que produce sosiego. La presencia de Dios en nosotros trae paz, quietud, serenidad, amor, solidaridad.
- La Compasión: movido por su compasión, Jesús "se pone a enseñarles con calma". Jesús quiere recordarnos la urgencia de una caridad pastoral siempre despierta y atenta a lo que podemos hacer por los demás.
REFLEXIÓN
La liturgia de este día construye con sabiduría todo un conjunto doctrinal de paz y búsqueda de sosiego. Pablo nos habla de concordia. Nos comunica la existencia de un lugar de paz donde antes había un espacio pleno de odio. El salmo 22 habla de un camino cercano a Dios lleno de belleza y quietud. El texto de Jeremías nos ofrece la paz del rebaño bien atendido.
El Evangelio nos dice que hay ovejas sin pastor que tiene necesidades y hay que enseñarles con calma. Es hermoso ver a Jesús debatirse entre estos dos rostros del amor: el amor que quiere acoger y dar reposo, y el amor que quiere sanar y enseñar. La gente necesita a Jesús, está sedienta de un nuevo mensaje que sacie su sed de felicidad.
El Señor, no lo olvidemos, sigue alimentando, animando y acompañando a todo su rebaño: a su Iglesia, a todo aquel que intenta poner alegría, esperanza, valor y coraje a sus palabras y obras.
PARA LA VIDA
Érase una vez un reino que era muy ruidoso, el chirrido de las máquinas, el estruendo de los cuernos y los gritos de las gentes lo llenaban todo y el ruido llegaba hasta los confines del mismo.
Un año, el joven príncipe que había crecido en medio del ruido declaró que el día de su cumpleaños quería oír el ruido más grande del mundo. Publicó un edicto diciendo que el día de su cumpleaños, a mediodía, todos los ciudadanos de su reino se reunirían delante del balcón del palacio y durante un minuto gritarían con toda la fuerza de sus pulmones.
En un rincón lejano del reino una mujer encontró el edicto ridículo y preocupante. Y dijo a su marido que mientras los otros gritarían, ella abriría simplemente la boca y haría como que gritaba. Se lo contó también a su mejor amiga y ésta a otra y a otra…
Cuando llegó la hora señalada, el reino, por primera vez en su historia, se calló. Y el joven príncipe oyó por primera vez en su vida el canto de los pájaros, el murmullo del agua de los arroyos y el susurro del viento entre las hojas de los árboles. Y el príncipe lloró de alegría.