San Lucas 3,
10 -18- Alegría: esta alegría interior y bondadosa. Es la que deben ver en los cristianos todas las personas con las que convivimos. Una alegría hecha de paz, de perdón, de amor y de verdad. Es “la paz de Dios que llena nuestros corazones, custodia nuestros pensamientos, eleva nuestras almas al Señor y nos conecta en la paz con todos.
- Compartir: hay quienes lo tienen todo. Lo más sagrado es abrir nuestro corazón a Dios mirando las necesidades de los que sufren. «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
- La Conversión: no podemos negar nuestros pecados. Pero Dios los puede cancelar. El amor de Dios es más fuerte que nuestras debilidades y pecados; el amor de Dios salva a todos. “el Señor se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”. El amor de Dios es más fuerte que nuestras debilidades y pecados; el amor de Dios salva a todos los que, con humildad, se acogen a él.
REFLEXIÓN
Este Domingo es llamado el domingo de “GAUDETE” = (DE GOZO Y ALEGRÌA). La razón fundamental de esta alegría está en la esperanza de que sea el Señor mismo el que vendrá a liberarnos de nuestros males presentes. La alegría de la navidad, la más auténtica y duradera, surge cuando el hombre sabe que hay un Dios que viene; que está cerca; que nos quiere y que sale a nuestro encuentro para salvarnos. Adviento es el encuentro del Señor con sus amados…
PARA LA VIDA
Juan y Julia vivían en la madrileñísima calle de Alcalá y desde sus balcones se veía el Retiro. Ella tenía cáncer desde hacía más de dos años. Padre, me dijo: muchas cosas buenas he recibido del Señor, una buena familia que me educó, un marido al que me he entregado de lleno y ahí le tiene junto a mi sin dejarme un momento, una posición muy desahogada. Pero el don mayor es esta enfermedad que Él me ha enviado y que me hace encontrar la verdadera paz interior.
Y lo malo para mí mismo es que ella continuó: “dígame algo que me ayude a acercarme a Dios. Esta mujer desde su lecho era el centro de sus amigas, que la visitaban con frecuencia por la alegría que se desprendía de ella. Alegrías inexplicables. “Alegraos siempre en el Señor”, nos dice San Pablo desde la cárcel.
