2° Domingo de Pascua, 3 de Abril 2016, Ciclo C


San Juan 20, 19 - 31


  Señor mío y Dios mío, ten Misericordia de mí 


  1. La Paznace de la alegría después de la tristeza. Es cuando vemos enterrar a la semilla que muere y luego brota la planta, crece y da frutos. La paz es un don de Dios que se conquista con las armas del Espíritu. No es la paz de los cementerios donde no hay vida. La paz del resucitado es una paz activa, una paz que lleva a una acción inmediata, primero por la alegría y luego por la necesidad de comunicar la alegría recibida.
  2. La Misión: así como el Padre me envió, yo los envío a ustedes. Jesús ya resucitado, - como en la primera página de la Biblia Dios sopla sobre el barro y surge la vida,- Él sopla sobre los Discípulos entregándoles el Espíritu Santo. Es la nueva vida en Cristo. Los discípulos reciben el don del Espíritu Santo y ahora tienen el poder de Dios, de perdonar los pecados. ¡Gran responsabilidad! aquella que Jesús confía a su Iglesia: a través de los Apóstoles y nosotros, Jesús continúa su historia salvífica.
  3. La Fees verdad que la fe de Tomás es auténtica y sincera, pero ella tuvo necesidad de la prueba concreta: ver con los propios ojos y tocar con las propias manos al Resucitado. Cuando llega a este punto, el evangelista plantea el problema de cómo llegarán a la fe los que no han podido ver al Señor Jesús: ¿éstos podrán creer? La respuesta es: SI. No sólo será posible su fe, sino que ésta será superior y más meritoria que la de los primeros discípulos. SEÑOR AUMÉNTANOS LA FE!

 
REFLEXIÓN
   San Juan nos hace compartir la emoción que experimentaron los Apóstoles durante el encuentro con Cristo, después de su resurrección. Nuestra atención se centra en el gesto del Maestro, que transmite a los discípulos temerosos y atónitos la misión de ser ministros de la misericordia divina. Les muestra sus manos, sus pies y su costado con los signos de su pasión, y les comunica: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. 
   E inmediatamente después “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”" (Jn20, 22-23). Jesús les confía el don de “perdonar los pecados”, un don que brota de las heridas de sus manos. De sus pies y sobre todo de su costado traspasado emana su infinita misericordia.
   Quien cree realmente en el Señor resucitado, no puede vivir dominado por un estado de tristeza permanente, de miedo y de angustia, porque el sol fulgurante de la pascua aclara todo su cielo y le da confianza, paz y gozo. ¿Ha crecido en esta pascua mi fe, mi paz, mi alegría? ¿He tomado en serio la pascua, como el paso del Señor en mí? 
PARA LA VIDA
    Cuentan que un hombre subió a un avión para viajar a Nueva York. Padecía de ansiedad y le daba mucho miedo volar. Tomó varias pastillas relajantes y procuró descansar un poco. En esto un niño de unos 10 años entró buscando su asiento y se sentó justo a su lado. El niño era muy educado, lo saludó y se puso a colorear en su libro de pintar. El niño no presentó rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión. 
   El vuelo no fue nada tranquilo, hubo varias tormentas y mucha turbulencia. En un momento dado hubo una sacudida muy fuerte en el avión, y aunque todos los pasajeros estaban muy nerviosos, el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento. ¿Cómo lo hacía?, ¿Por qué su calma? Se preguntaba aquel hombre. Ya al final del vuelo, intrigado, le preguntó: "Niño: ¿no has tenido miedo?". "No señor" - contestó el niño - y mirando su libro de pintar le dijo: "Mi padre es el piloto".