4° Domingo de Pascua, 17 de Abril 2016, Ciclo C

San Juan 10, 27 - 30

 Mis ovejas escuchan mi voz, las conozco y ellas me siguen


  1. El Pastor:  a veces aparece Cristo como Maestro y Guía, como Salvador y Señor. Hoy le miramos como a nuestro Pastor, que nos acompaña en nuestro camino y se nos da él mismo como alimento y bebida, sobre todo en la Eucaristía. Él es nuestro verdadero alimento, nuestro Guía. No faltan los buenos pastores, pero se hallan en uno solo. Los que están divididos son muchos. Aquí se anuncia uno solo porque se recomienda la unidad. En efecto, si hay ovejas buenas, hay también pastores buenos, pues de las buenas ovejas salen buenos pastores.
  2. Las Ovejas: "Ellas escuchan su voz, él va llamando por el nombre a sus ovejas". Las ovejas hacen uso de la puerta, es decir, los que aceptan a Jesús, están a salvo, gozan de plena libertad y tienen abundancia de Vida eterna. Aquel que se cierra a la llamada de Dios conscientemente, reiteradamente, pierde la sintonía con Jesús y perderá la alegría de ser cristiano para ir a pastar a otras pasturas que no sacian ni dan la vida eterna. Sin embargo, Él es el único que ha podido decir: «Yo les doy la vida eterna» (Jn 10,28).
  3. La Puerta: Cristo es el Mediador único por el que pueden salvarse los hombres, en virtud de su muerte y resurrección: "Tenemos entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús; contamos con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de su carne". Es, pues, la misma humanidad pascual de Cristo la que se ha convertido en puerta de acceso al cielo, a los bienes de la salvación, a "los pastos", a "la vida abundante"

REFLEXIÓN
   Hoy, la mirada de Jesús sobre los hombres es la mirada del Buen Pastor, que toma bajo su responsabilidad a las ovejas que le son confiadas y se ocupa de cada una de ellas. Entre Él y ellas crea un vínculo, un instinto de conocimiento y de fidelidad: «Escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27). La voz del Buen Pastor es siempre una llamada a seguirlo, a entrar en su círculo magnético de influencia. 
   Cristo nos ha ganado no solamente con su ejemplo y con su doctrina, sino con el precio de su Sangre. Le hemos costado mucho, y por eso no quiere que nadie de los suyos se pierda. Y, con todo, la evidencia se impone: unos siguen la llamada del Buen Pastor y otros no. El anuncio del Evangelio a unos les produce rabia y a otros alegría. 
   ¿Qué tienen unos que no tengan los otros? San Agustín, ante el misterio abismal de la elección divina, respondía: «Dios no te deja, si tú no le dejas»; no te abandonará, si tú no le abandonas. No des, por tanto, la culpa a Dios, ni a la Iglesia, ni a los otros, porque el problema de tu fidelidad es tuyo. Dios no niega a nadie su gracia, y ésta es nuestra fuerza: agarrarnos fuerte a la gracia de Dios. No es ningún mérito nuestro; simplemente, hemos sido “agraciados”.

PARA LA VIDA

   Después de una copiosa cena en una de esas grandiosas mansiones de Hollywood, un famoso actor entretenía a los convidados recitando pasajes famosos de las obras de Shakespeare. Al final aceptó una última petición. Un tímido y anciano sacerdote le preguntó si conocía el salmo 23. Sí, lo conozco y lo recitaré con una condición, que cuando yo termine de recitarlo, recite usted el mismo salmo. 
   El sacerdote un tanto confundido aceptó el reto. El actor lo dijo maravillosamente y le aplaudieron entusiasmados. El sacerdote se levantó y dijo las mismas palabras pero esta vez no hubo aplausos, sólo un silencio contenido y alguna lágrima. El actor saboreó el silencio durante unos momentos y se levantó. Señoras y señores espero hayan comprendido lo que acaba de suceder aquí. Yo conozco las palabras del salmo pero este sacerdote conoce al Pastor.

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