14° Domingo del Tiempo Ordinario, 3 de Julio 2016, Ciclo C


San Lucas  10, 1 - 12 . 17 - 20

“  La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies    


  1. El Envío: para hacer el trabajo de Dios no necesitamos poder, ni millones ni doctorados, ni mucho equipaje… Para hacer el trabajo de Dios necesitamos el poder de Dios. Una profunda relación con el que nos envía es más importante que cualquier otra cosa. Los discípulos tienen que recordar que es Dios quien tiene que trabajar a través de nosotros. Nunca debemos caer en la tentación de creer que la misión y el éxito es nuestro. Todos somos pecadores, vasijas de barro. No obstante, el agua de la salvación que llevamos es obra de Dios, para calmar la sed del sediento.
  2. La Tarea: el anuncio del reino no admite dilaciones, estorbos ni entretenimientos, por eso deben ir ligeros, deben evitar quedar atrapados por las formalidades sociales. Las acciones de los discípulos se concretan en predicar, curar a los enfermos y rezar, ya que no todo depende de su esfuerzo (Dios es el dueño de la mies). El anuncio del reino no siempre hallará acogida, pero esto no debe provocar el silencio ni el desánimo. El enviado ya sabe que hallará oposición, como el mismo Jesús.
  3. El Gozo: estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo": Pero el gozo de los discípulos no sólo proviene de que han vencido al mal, sino porque Dios los ha inscrito en el libro de los salvados. No todo está en sus manos, es Dios quien tiene la última palabra de salvación.
  4. La Paz:  cuando hay justicia, hay paz. Si no hay justicia, no hay paz. Paz es el fruto del orden querido por Dios, pero que los hombres tienen que conquistar como un gran bien en medio de la sociedad. Y para nosotros, ésta revela la presencia de Dios en nosotros. La paz en la gracia de Dios, la paz del que sale del pecado y no siente las pasiones más que para dormirlas, la paz de las almas santas. Es la paz que Cristo decía: "Mi paz os dejo, mi paz os doy…”
REFLEXIÓN 

   El Evangelio encaja muy bien con las ideas que venimos exponiendo. Hay tres momentos en este texto de misión: primero, el envío; segundo, la tarea de los misioneros; tercero, el balance gozoso de la tarea. Esos tres momentos sintetizan la vida misma de la Iglesia, primero enviada por el Resucitado; luego peregrina en esta tierra; finalmente, moradora de los cielos, precisamente con el nuevo nombre de Jerusalén. Así resulta que la visión del profeta Isaías tiene su consumación en lo anunciado por el evangelio. 
   El lenguaje del envío es directo y realista hasta la crudeza: Jesús habla de una cosecha para recoger pero también de tierra plagada de lobos; menciona expresamente las privaciones y la prisa del camino, propias de quien se dedica a su tarea y renuncia a todo lo demás; además, no olvida mencionar el caso del rechazo expreso que habrán de encontrar los que vayan en su nombre. El contenido doctrinal de esta gran misión es notoriamente breve: "el Reino de Dios está cerca." Esto hay que decirlo a todos, a los que les interesa y lo reciben con gratitud, y a los que no les interesa y rechazan a los enviados. 
   Jesús no es un misionero aislado. No quiere realizar a solas su misión. Decide contar con la colaboración de sus discípulos para anunciar el Reino de Dios. El gesto es muy significativo. Jesús quiere difundir el amor de Dios ya con el mismo estilo de la comunión y la fraternidad. 
   Se puede subrayar las cualidades que se requieren del discípulo. Ligereza para anunciar la llegada del Reino de Dios. Pobreza para no confiar tan solo en sus instrumentos, sino sobre todo en el mismo mensaje que anuncia. Generosidad para llevar la palabra y los gestos de la paz a todas partes. Sencillez para aceptar la hospitalidad. Y libertad para dejar los lugares en los que no se acoja su palabra.

PARA LA VIDA

   Un acarreador de agua tenía dos grandes vasijas para llevar el agua a casa de su patrón. Una vasija era perfecta y llegaba a casa llena de agua. La otra tenía algunas grietas y llegaba medio vacía. Ésta avergonzada le dijo un día a su patrón: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedo entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir". 

   El acarreador le dijo a la vasija agrietada: "Cuando regresemos a casa, quiero que mires las bellas flores que crecen a lo largo del camino". Así lo hizo. Vio las flores pero aun así se sintió apenada. El aguador le dijo: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y sembré semillas de flores por donde tú ibas para que las regaras todos los días y así he podido recoger estas hermosas flores para la mesa de mi Maestro. Si no fueras exactamente cómo eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.