16° Domingo del Tiempo Ordinario, 17 de Julio 2016, Ciclo C


San Lucas  10, 38 - 42

“  Jesús, El Señor, lo Único Necesario    


  1. La Acogida: la hospitalidad es, ha sido y será siempre  una expresión de la capacidad humana de apertura, para entrar en relación con el otro. Abrir las puertas al otro es más que poner en sus manos las llaves de un hotel, o de servirle una comida;  es sentarse a su lado y escuchar sus palabras, interesarse por su historia, su vida, su experiencia;  es conocer al que visita el hogar y abrirle las puertas del corazón, es brindarle amistad y acogida. No olvidemos que es más fácil abrir la puerta de la casa que abrir la del corazón. Y a veces, aunque hacemos obras buenas, mantenemos el corazón cerrado a muchos.
  2. La Escucha: colocados a la escucha de la Palabra de Dios, lejos de desentendernos de la realidad, descubrimos que “los gozos, las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. Esa disposición a la escucha es condición necesaria de una contemplación que ha de verificarse en la calidad de nuestro empeño por construir de relaciones fraternas basadas en la justicia y el amor.
  3. La Oración:  es el descanso del alma, es como el aire que respiramos. Sin oración no se puede vivir la vida cristiana con madurez y responsabilidad.Contemplación y acción, las dos caras de la misma moneda. Jesús oró y actuó.En el mundo corremos tan rápido. La enseñanza del Evangelio es quizás más urgente que nunca. Por eso hace falta: Volver a rezar TODOS LOS DIAS en familia, el Rosario, o sobre todo visitar al Santísimo. Los invito a la capilla del Santísimo. De martes a viernes, de 9 a.m. a 6:20 pm el Santísimo está expuesto para que lo adoremos.

REFLEXIÓN

   El Evangelio de hoy nos recuerda que todo es importante pero cuando estamos con Jesús, Él es el más importante y sólo una cosa es necesaria, escucharle y descansar en sus brazos.
   La distinción entre acción y contemplación, a propósito de Marta y María, no es una justa interpretación de este pasaje evangélico. Las dos hermanas solo tienen una preocupación común: recibir bien a su huésped y dividirse las obligaciones en función de tal servicio. Marta, mientras, se ocupa de la cocina, María, por su parte, se dedica a escuchar al Maestro. Deberes complementarios de una misma caridad y de una misma hospitalidad común. Pero Marta se impacienta, tal vez preparando un platillo complicado, mientras hay una sola cosa de la que se tiene verdaderamente necesidad. 
   Sobrecargada, pide ayuda a la hermana. En este momento la hospitalidad pierde su equilibrio y Jesús se lo recuerda mostrando cómo los cuidados materiales están perdiendo su dimensión. La espera del Reino se realiza, por lo tanto, en una subordinación de lo secundario a lo esencial, y lo esencial es siempre la escucha de la palabra (la oración, el factor decisivo). Una escucha no solo contemplativa, sino que compromete todo el comportamiento, exigiendo una conversión radical.
   No todos han recibido la vocación de María, la hermana de Marta, a ser contemplativos y llevar una vida de oración y entrega total al Señor. Todos podemos ser como Marta siempre dispuesta al servicio, y como María, puestos a los pies del Señor en constante diálogo con él. No olvidemos que, al final de nuestra vida seremos examinados en la caridad y el amor hacia todos. 

PARA LA VIDA 

   Érase una vez un leñador muy robusto que fue a pedir trabajo a un maderero y éste lo contrató. El sueldo y las condiciones del trabajo eran muy buenas. Así que nuestro leñador, agradecido, se propuso trabajar duro. El jefe le dio un hacha y le mostró la zona donde tenía que trabajar. El primer día el leñador cortó 18 árboles. “Le felicito”, le dijo el jefe. “Siga así”. Muy motivado por las palabras del feje, el leñador trabajó más duro al día siguiente, pero sólo pudo cortar 15 árboles. 
   El tercer día se esforzó aún más, pero sólo consiguió 10. Día tras día a pesar de su gran esfuerzo conseguía cortar menos árboles. “Debo estar perdiendo fuerza”, pensó el leñador. Fue al jefe y le pidió disculpas y le dijo que no entendía lo que le pasaba. “¿Cuándo fue la última vez que afiló el hacha?”, le preguntó el jefe. “¿Afilar? No tuve tiempo de afilar el hacha. He estado muy ocupado tratando de cortar árboles”.
    “El hombre de hoy necesita recuperar momentos de silencio que permitan que Dios pueda hacer oír su Voz y a la persona comprender y aceptar lo que Dios desee comunicarle” (JP II, 30-4-96). Me doy cuenta que en muchas ocasiones me afano, me preocupo por cosas vanas. Estas cosas vienen y van… y me doy cuenta qué poca atención te presto a Ti Señor.