San Marcos 14,12-16.22-26
“Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre..."
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
- La Eucaristía: es el sacramento por excelencia. Ella es presencia real de Jesucristo vivo, en su Cuerpo, sangre, alma y divinidad que se nos da como alimento de eternidad. El Señor quiso quedarse de una manera perpetua y lo hizo a través del pan eucarístico. En la Eucaristía, Dios prolonga el don de su presencia entre nosotros, renueva el sacrificio de la cruz en el altar y genera un cambio profundo en quien la recibe. Podemos decir como el apóstol Pablo: Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
- El Pan: partido y repartido, es también el compromiso personal de los creyentes para ser testigos de su muerte y resurrección. Jesús, parte el Pan y se lo ofrece a sus discípulos, y los invita a asumir un compromiso integrándose en la acción redentora del Verbo hecho carne siguiendo su misión.
- El Vino: es como el agua que mana de la misma fuente. "el vino nuevo en el reino de Dios", es decir, la comunión con el Resucitado, con su vida. “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos;" la sangre derramada, como expresión de la entrega generosa y voluntaria de la vida de Cristo, lo cual inaugura una nueva "alianza" o estilo de relación del hombre con Dios: la de la disponibilidad total a su voluntad.
- La Comunión: la unión con Cristo o Comunión es posible sólo si de veras deseamos unirnos con El y, si al recibirlo, lo hacemos con las debidas disposiciones. Si no tenemos las actitudes correctas de fe y de deseo de imitar a Cristo y de unirnos a Él, no se realiza la “Comunión”.
- La Caridad: porque la exigencia del amor cristiano no es dar de lo que nos sobre, ni siquiera quitarnos lo que necesitamos. El amor de Dios nos urge a crear un mundo más humano, más justo, más solidario, más igual, donde se ponga fin al estigma de la pobreza, del abandono, del hambre y de la desesperación de tantos.
REFLEXIÓN
En este 2º domingo después de Pentecostés, celebramos la solemnidad del Corpus Christi, del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y este día, nos invita a la meditación, para que descubramos la necesidad que tenemos en nuestras vidas de alimentarnos. De recibir el Pan de Vida, en que es el propio Jesús que nos alimenta en cada Eucaristía. El sentido de esta fiesta, que se instituyó en el año 1264, es la consideración y el culto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
El efecto más importante de la Sagrada Eucaristía es la íntima unión con Jesucristo. El mismo nombre de Comunión indica esta participación unitiva en la vida del Señor. Si en todos los sacramentos, por medio de la gracia que nos confieren, se consolida nuestra unión con Jesús, esta es más intensa en la Eucaristía, puesto que no sólo nos da la gracia, sino al mismo Autor de la gracia: “Participando realmente del Cuerpo del Señor en la fracción del pan eucarístico, somos elevados a una comunión con El y entre nosotros”.
Porque, como dice S. Pablo en la carta a los corintios, “el pan es uno, nosotros somos muchos que formamos un solo cuerpo, y todos participamos de un único pan”. Precisamente, por ser la Eucaristía el sacramento que mejor significa y realiza nuestra unión con Cristo, es a la vez donde toda la Iglesia muestra y lleva a cabo su unidad. En esta fiesta de Corpus Christi, tratemos de aprender a valorar el alimento que se nos ofrece en cada misa, y hagamos el propósito de recibir con más frecuencia y mejor preparados, a Jesús que se nos ofrece en la Comunión.
La Eucaristía es también presencia. Jesús está presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad bajo las especies eucarísticas. “Cristo Jesús que murió, resucitó, que está sentado a la derecha de Dios e intercede por nosotros, está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en l oración de su Iglesia, allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, en los pobres, los enfermos, los presos, en los Sacramentos de los que Él es autor, en el Sacrificio de la misa, y en la persona del ministro. Pero, sobre todo, (está presente) bajo las especies eucarísticas”
PARA LA VIDA
Se cuenta en una vieja leyenda oriental que había un rey que entregaba a su hijo los víveres necesarios para vivir cómodamente los doce meses del año. En esta oportunidad, que coincidía con la primera luna del año, el hijo le veía el rostro a su padre, el rey. Pero un día, el rey cambió de parecer y decidió entregar al príncipe, todos los días, los alimentos que debía consumir en esa jornada. ... De esta forma podía saludar todos los días a su hijo, y el príncipe podía ver todos los días la cara del rey.
Algo parecido ha querido hacer nuestro Padre Dios con nosotros. Jesús nos enseñó a pedir: Danos hoy nuestro pan de cada día. Pedir solamente para hoy significa tener la certeza de que tendremos un nuevo encuentro con Dios, mañana.
Y cuando pedimos este pan, no solo estamos pidiendo al Señor por nuestras necesidades básicas, ... por el alimento material, ... por lo que necesitamos todos los días para nuestra vida como hombres. También estamos pidiendo por nuestras necesidades espirituales. Por el alimento de nuestra alma. Ningún Padre se contenta con haber dado la vida a sus hijos, sino que les da también loa alimentos y los medios para que puedan llegar a la madurez.