Domingo Solemnidad de La Santísima Trinidad, 27 de Mayo 2018, Ciclo B


San Mateo 28, 16 - 20

“Yo Estoy con Vosotros Hasta el fin del Mundo”

Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. La Trinidad: Dios es trino. Dios es misericordia. La confesión de la Trinidad es el misterio central de la fe cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe". "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos".

  2. Padre: sólo hay un Dios, el creador del cielo y de la tierra, el que formó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. El Dios único es el Dios verdadero, porque no puede haber más que un solo Dios. Si Dios es amor tiene que ser comunidad de amor, por eso para nosotros el Dios único no es un Dios solitario, es un Dios trinitario, el único Dios se nos ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

  3. Hijo: Jesús, el Hijo único del Padre, sólo Jesús nos ha introducido en el misterio y en la vida de Dios, porque él es el Hijo único, el enviado del Padre. Porque a Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él nos lo ha revelado (Jn 1,18). Siguiendo a Jesús, los cristianos confesamos que hay un solo Dios, el cual en su esencia divina es Amor, y porque es Amor tiene necesariamente que comunicarse, expandirse, darse.

  4. Espíritu Santo:  es Dios “en nosotros”. Somos hijos de Dios, pero para llegar a ser hijos de Dios tenemos que dejarnos llevar por el Espíritu, estar abiertos a la acción del Espíritu, atentos a sus impulsos y mociones. Porque la obra del Espíritu en nosotros es la de formarnos a imagen de Jesús, el Hijo único del Padre, el Espíritu va tallando la imagen de Cristo en nosotros en la medida que se lo permitamos. 

REFLEXIÓN 

   El Señor glorificado da a la Iglesia el mandato de bautizar bajo el nombre de la Trinidad de Dios. El bautismo cristiano es designado a menudo también como la marca de un sello; el bautizado debe saber a quién pertenece y según qué vida y qué ejemplo ha de conducirse. La Trinidad divina no es para nosotros simplemente un misterio impenetrable (como se la presenta a menudo), es más bien la forma en que Dios ha querido darse a conocer al mundo y especialmente a nosotros los cristianos: Él es nuestro Padre que nos ha amado tanto que entregó a su Hijo por nosotros y además nos dio su Espíritu para que pudiéramos conocer a Dios como el amor ilimitado.
   
   La Iglesia nos propone la contemplación del misterio trinitario. Misterio que excede nuestras fuerzas humanas, pero al que podemos acercarnos con humildad para ser iluminados y fortalecidos en nuestra vocación cristiana. La primera lectura del libro del Deuteronomio expone la revelación de Dios uno. No hay. Nada más grande que ser fiel a la alianza que ese Dios único ha pactado con su pueblo.

   San Pablo se detiene a considerar nuestra condición de Hijos de Dios, de modo que verdaderamente podemos llamar a Dios Padre. Así, el Dios uno, se revela en su Palabra como misericordia, benevolencia ante los hombres. Hemos recibido el Espíritu de Dios.
   El Evangelio nos propone las palabras de Cristo al despedirse definitivamente de sus discípulos. Éstos deberán bautizar en el nombre de la Trinidad y enseñar todo lo que Cristo, revelación del amor del Padre, les ha enseñado. Este domingo nos invita, pues, a entrar en la verdad íntima de Dios, no tanto por las disquisiciones filosóficas o afirmaciones teológicas, sino por medio de la Escritura y de la realidad del amor de Dios que, por su Espíritu, infunde en nuestros corazones.

PARA LA VIDA

   El explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por saberlo todo acerca del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar con palabras la sensación que había inundado su corazón cuando contempló aquellas flores de sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos nocturnos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que sintió en su corazón cuando se dio cuenta del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa por las inciertas aguas del río? Y les dijo: — «Id y descubridlo vosotros mismos.

   Nada puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales». Pero, para orientarles, les hizo un mapa del Amazonas. Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el Amazonas, pues ¿no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era, y dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas? El explorador se lamentó toda su vida de haber hecho aquel mapa. Habría sido preferible no haberlo hecho.


“No hay como la experiencia personal con Dios”