1° Domingo de Cuaresma, 10 Mar 2019, Ciclo C


San Lucas 4, 1 - 13

“No Nos Dejes Caer en la Tentación” 

Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. La Tentación: «Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones. Nuestro progreso espiritual se va logrando en la medida que la vayamos superando. Nadie puede conocerse a sí mismo si no enfrenta la tentación; ni puede ser coronado si no la ha vencido; ni puede vencerla si no ha luchado; ni puede luchar contra ella si no ha sido tentado … ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo, pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de Él a vencerla».
  2. La Conversión: cuando perdemos la santidad la podemos recuperar con nuestro arrepentimiento sincero, con la condición de que acudamos al sacramento de la Reconciliación para, con la absolución que el ministro nos da en nombre de la Santísima Trinidad, podamos recuperarla. Nuestro enemigo sólo tiene un poder limitado, que Dios le permite con el fin de probarnos. 
  3. La Fe: quien cree que Cristo es el Hijo de Dios, quien cree que Él es el Salvador y Reconciliador del mundo, quien cree que Dios le resucitó verdaderamente, como afirma San Pablo, ese «se salvará». 

REFLEXIÓN 

   Un año más iniciamos el camino de la cuaresma hacia la Pascua. Un año más el Señor nos concede celebrar este tiempo de gracia y salvación. Y de nuevo resuenan aquellas palabras de San Pablo que la Iglesia nos hizo escuchar el miércoles de ceniza: "Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque este es el tiempo favorable: dejaos reconciliar con Dios".

A cada uno de nosotros nos dirige el Señor esta misma invitación a no despreciar la oportunidad: que no se malogre la gracia que Dios nos ofrece generosamente en este tiempo de salvación. Pero para acoger la gracia, para que ésta no caiga en saco roto, es importante que cada uno eche un vistazo a su interior a fin de comprobar cuál es su situación ante Dios, para ver cuál es su disposición a seguir el llamamiento del Señor que nos invita a cambiar de conducta, a mejorar nuestra vida cristiana.

El tiempo de cuaresma es una llamada a la reflexión y a la sinceridad para darle un poco más de calidad y de hondura a la fe que profesamos. Todos tenemos que cambiar, pues nadie hay tan perfecto que no tenga que esforzarse en ser mejor y nadie hay tan santo que no tenga que pedir constantemente perdón al Señor. A todos nos hace falta un poco más de coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos.

Que la participación en la Eucaristía nos confirme en la recta conciencia para escuchar la voz del Señor que nos llama a cambiar y mejorar nuestra vida cristiana.

PARA LA VIDA

   Un herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida, muy por el contrario, sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día. Una tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación, le comentó: "Realmente es muy extraño que tu vida haya comenzado a empeorar y a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado”. 

   He aquí lo que dijo el herrero: "En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo; enseguida, sin piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada; luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura. 

   Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una sola vez no es suficiente”. El herrero hizo una larga pausa, y siguió: "A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de hierro viejo que ves a la entrada de mi herrería”. "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. 

   Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de hierro viejo de las almas. "