27° Domingo del Tiempo Ordinario, 6 de Octubre de 2019, Ciclo C


San Lucas 17, 5 - 10


 Señor, Auméntanos la Fe” 


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Injusto: No teme a nada ni a nadie. Dios no lo soporta. El que no actúa según la voluntad de Dios, confía en su propio poder, pero se apoya en una realidad frágil e inconsistente; por ello se doblará, está destinado a caer.
2.- El Justo: Su fe en el Dios vivo lo salvará. Sobrevivirá debido a su fe. En realidad, no puede desaparecer el que se ha unido con toda su alma a la mano todopoderosa del Dios Inmortal. Dios no permite que sus fieles perezcan. El justo vive y vivirá por la fe. 
3.- La Docilidad: Dios nos conduce. Hay que dejarse llevar, por más que surjan diversas dificultades. Esta es una actitud de humildad que nos coloca verdaderamente en nuestro sitio y permite al Señor ser muy generoso con nosotros. 
4.- El Pastordebe cobrar ánimo e infundirlo, proclamar la palabra de Dios y hacer callar al impío, actuar con energía y consolar con delicadeza, dar la cara por el Señor y guardar celoso el tesoro encomendado. 
5.- La Fe: Es la virtud teologal del creerá. Así sea pequeña, es capaz de obrar maravillas. La fe alcanza lo imposible. Lo que el hombre, en su inteligencia y voluntad, no puede conseguir, lo consigue con la fePor la fe comenzamos a ver, comenzamos a apreciar y comenzamos a caminar en este mundo nuevo, que es, en el fondo, la manifestación de Dios mismo. Por la fe caminamos asidos de la mano de Dios. Por la fe nos dejamos llevar.
6.- El CriadoEstá siempre en dependencia del amo. En ese sentido no es un hombre libre. El esclavo depende en todo y para todo de su señor. El cristiano es un siervo, una criatura, un ser dependiente. Y lo es bajo todo concepto. ¿Qué tiene que no le venga de su Señor? No debe olvidarlo nunca. Él es el Dueño y nosotros somos los siervos. El cristiano, aunque hijo, no debe olvidarlo. 

REFLEXIÓN

    En la Palabra de Dios que hoy se nos propone, se entrecruzan varios temas (la fe, la salvación, la radicalidad del “camino del Reino”, etc.), pero sobresale la reflexión sobre la actitud concreta que el ser humano debe asumir frente a Dios. Las lecturas nos invitan a reconocer, con humildad, nuestra pequeñez y finitud, a comprometernos por el “Reino” sin cálculos ni exigencias, a acoger con gratitud los dones de Dios y a entregarnos confiadamente en sus manos. 

En la primera lectura, el profeta Habacuc interpela a Dios, le insta a que intervenga en el mundo para poner fin a la violencia, a la injusticia, al pecado. Dios, como respuesta, manifiesta su intención de actuar en el mundo, en el sentido de vencer a la muerte y a la opresión; pero da a entender que sólo lo hará cuando sea el momento oportuno, de acuerdo con su proyecto; al hombre le queda confiar y esperar pacientemente el “tiempo de Dios”.
La segunda lectura invita a los discípulos a renovar cada día su compromiso con Jesucristo y con el “Reino”. De forma especial, el autor exhorta a los animadores cristianos para que conduzcan con fortaleza, con equilibrio y con amor a las comunidades que les han sido confiadas y a que defiendan siempre la verdad del Evangelio.
En el Evangelio se invita a los discípulos a adherirse, con coraje y radicalidad, a ese proyecto de vida que, en Jesús, Dios vino a ofrecer al hombre. A esa adhesión se le llama “fe”; y de ella depende la instauración del “Reino” en el mundo. Los discípulos, comprometidos en la construcción del “Reino” debemos, sin embargo, tener conciencia de que no actuamos por nosotros mismos; somos, únicamente, instrumentos a través de los cuales Dios realiza la salvación. Nos queda cumplir nuestro papel con humildad y gratuidad, como “unos pobres siervos, (que) hemos hecho lo que teníamos que hacer”. 

PARA LA VIDA 

   El santo Joneyed acudió a la Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle el barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue darle a Joneyed una limosna. 

   Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día. Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oro al barbero. Pero el barbero le gritó: - “¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor? 

   Nos pasa como en el cuento de hoy a Joneyed, creemos que tenemos que pagar siempre algo a Dios: sean nuestras misas, nuestros rosarios, nuestras buenas obras. Nos cuesta entender que a Dios no se le compra, que Dios es puro don, puro amor incondicional, y que su amor no depende de nuestros comportamientos. 

   Dios nos ama, no porque seamos buenos, nos ama por que sí, porque somos sus hijos, incubando en nosotros la gran revolución del amor.
Hagamos todo con esta gozosa experiencia de agradecimiento, sin exigir nada, trabajando cada día por el Reino de Dios, pues Dios ya sabe lo que necesitamos y nos dará todo por añadidura.