28° Domingo del Tiempo Ordinario, 13 de Octubre de 2019, Ciclo C


San Lucas 17, 11 - 19

 La Obediencia de la fe” 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Lepra: era una enfermedad, que no tenía remedio, llevaba implacablemente a la muerte. Y como además era contagiosa, el leproso era ¨impuro¨. Eran la imagen del muerto en vida. El Señor no lo cura sólo físicamente como a los otros. Cristo le da la salvación total. No sólo su pie volvió limpio, sino también su corazón se llenó de fe en Jesús. Para este samaritano, lo que comenzó con las curaciones del cuerpo, se transformó en una nueva existencia en Cristo.
2.-La Oración: es “un grito” que no teme “molestar a Dios”, “hacer ruido”, como cuando se “llama a una puerta” con insistencia. He aquí, según el Papa Francisco, el significado de la oración dirigida al Señor con espíritu de verdad y con . la seguridad de que Él puede escucharla de verdad.
3.-La Curación: La salvación corporal no es algo que merezca la pena por sí misma. Ahí está la verdadera salvación del individuo: en el verdadero conocimiento del único Dios. el que más reconoce su necesidad y el que menos cree merecer el remedio es quien mejor y más pronto ve la mano de Dios y la agradece. 
4.-La Obediencia: implica ya, al menos, un grado mínimo de fe en la persona a la que se obedece. Una fe que no está exenta de tropiezos y dificultades. La obediencia agrada a Dios. Dios no es un extraño, es nuestro Padre. ¿Cómo no buscar agradarle? Jesús, nuestro modelo, es un testigo supremo de obediencia. Obedeció a Dios durante su vida pública, teniendo como su alimento diario la voluntad de su Padre. Le obedeció hasta la muerte y tuvo una muerte de cruz.
5.-La Gratitud: Nada nos mueve tanto a agradecer como recibir un regalo, una gracia, un bien que necesitábamos o deseábamos pero que por alguna razón estaba más allá de nuestras previsiones, recursos o fuerzas. La gratitud, además, para un creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe dar gracias es alguien que ha cerrado su corazón y ha olvidado el lenguaje de Dios. 

REFLEXIÓN

   La liturgia de este domingo nos muestra, con ejemplos concretos, cómo Dios tiene un proyecto de salvación para ofrecer a todos los hombres, sin excepción. Reconocer el don de Dios, acogerlo con amor y gratitud, es la condición para vencer la alienación, el sufrimiento, el alejamiento de Dios y de los hermanos y llegar a la vida plena. 

La primera lectura nos muestra la historia de un leproso (el sirio Naamán). El episodio revela que sólo Yahvé ofrece al hombre la vida y la salvación, sin límites ni excepciones; al hombre le queda acoger el don de Dios, reconocerlo como el único salvador y manifestarle gratitud.
La segunda lectura define la existencia cristiana como la identificación con Cristo. Quien acoge el don de Dios, se hace discípulo: se identifica con Cristo, vive en el amor y en la entrega a los hermanos y llega a la vida nueva de la resurrección.
El Evangelio nos presenta a un grupo de leprosos que se encuentran con Jesús, y que a través de Jesús descubren la misericordia y el amor de Dios. Ellos representan a toda la humanidad, envuelta por la miseria y por el sufrimiento, sobre quien Dios derrama su bondad, su amor, su salvación. También aquí nos llama la atención sobre la respuesta que el hombre da al don de Dios: todos los que experimentan la salvación que Dios ofrece deben reconocer el don, acogerlo y manifestarle su gratitud.

   Agradecer el don recibido sin hacer nada, sin merecerlo, es sólo obra del Espíritu. Agradecer es cantar y contar la bondad de Dios en voz muy alta. Agradecer es la respuesta improvisada de un nuevo amor. Agradecer es reconocer que todo es gracia, don de Dios y este reconocimiento es una profesión de fe. El domingo cristiano, día de la comunidad, día del “nosotros” proclamamos que “Es justo, es necesario, es nuestro deber y salvación dar GRACIAS a Dios siempre y en todo lugar”. 

PARA LA VIDA

   Cuenta el Padre Weichs, que : Un hombre estaba debajo de una palmera. En eso, un mono enfurecido, le tiró desde arriba un coco sobre la cabeza. Primero, el hombre se quedó sorprendido, sin moverse. Entonces, se agarra la cabeza porque le duele. Después cae su mirada sobre el coco, delante de él. El hombre sonríe, mira hacia arriba y le dice al mono: Gracias Parte el coco, bebe su contenido, come su carne y de la cáscara fabrica dos pequeñas fuentes. 

   Lo mismo se puede aplicar al leproso del evangelio. Todo el mundo habría dicho: ¨Qué desgracia sufre ese pobre leproso¨. Pero, sin embargo, mirando hacia atrás, este samaritano, tal vez agradeció a Dios su lepra. Porque eso que le parecía quizás la más horrible desgracia, se le convirtió en ¨Gracia¨. En este día aprendamos del samaritano a ser agradecidos con Dios, a darle gracias. 

   En la Eucaristía, en especial es donde damos ¨gracias a Dios. Pidámosle al Señor, ir a celebrar la Eucaristía dispuestos a glorificar a Dios, y tener el corazón repleto de gozo por las maravillas que Dios obra en nosotros. Que María nos enseñe a ser más agradecidos con el Señor.